28 de mayo de 2009

Rue Montorgueil à Paris

26 de mayo de 2009

DÍAS CANNIBALESCOS EN CANNES



Por: Gilberto Pizarro

─ ¡Chava! ¡Chava!
─ ¿Qué onda cabrón? ¿Vas a entrar a ver la película?
─ Si guey, si quieres te aparto lugar adentro, ya sabes yo entro más rápido.
─ Vientos nos vemos adentro.

Para entrar a las proyecciones para prensa en el Festival de Cannes tienes que formarte, las acreditaciones están por categorías, cuando desconocen de que medio vienes o simplemente cuando se trata de un medio primerizo, tu acreditación es color amarillo, así que deberás esperar a que los de rango más alto, entren primero que tu, y si por casualidad se agotan los asientos, te pierdes la función.
─ Gracias cabrón.
─ Oye, ¿Por qué me dijiste Chava? ….Si hay algo que más me emputa es que me digan Chava. Ya ni te iba apartar lugar.

─ Discúlpame, no sabía que te molestara tanto, tengo amigos que se llaman Salvador y siempre les he dicho Chava o Chavo, pero bueno ya no te enojes Chavita.
Era ya sábado por la tarde, y después de esa breve plática con el Chavita la conversación no volvió a ser la misma. Salvador alias Chavita, es esposo de la N, la buena amiga N (amiga de muchos que leen este blog), es quien me había animado a sacar la acreditación para el festival. A Salvador no lo conocía del todo, hasta ahora, lo único que sabia, era que le cagaba que le dijeran Chavita o Chava, Lo raro fue como nos conocimos. Viajando rumbo a Cannes me tocó sentarme junto a él, sin saber que era el esposo de la N, realmente fue extraño, sobre todo al analizar un poco las condiciones: dos mexicanos, en el mismo vagón, los cuales aparte de ser mexicanos tienen una persona en común, si dos mexicanos entre una bola de franceses alcohólicos, un grupo de hippies drogadictos, una mujer peruana que cada dos horas fue a preguntar si ya habíamos llegado a Mónaco, al final solo era una casualidad.
Era mi tercer día en el festival, ya conocía un poco la ciudad, había visto buenas y muy malas películas, y empezaba a entender lo que es el trabajo periodístico, (para mi nada emocionante) pude entrar a la fiesta de la película que abrió el festival y hasta ese sábado, había tenido la oportunidad de conocer Cannes a través de sus habitantes. Las primeras noches en Cannes las pasé en la casa de una francesa, su nombre no tiene mucho caso que lo mencione. Ella era una persona ya un tanto grande, sola, que vivía en un pequeño departamento lleno de adornos hindús y lo que según ella llamaba estilo Feng shui. Antes de aceptar quedarme ahí, había visto opciones de hospedaje en Cannes, lástima que para estas fechas, todos hacen su agosto, creen que todos los que van a Cannes son millonarios; con la mujer Budista fue casi lo mismo, de hecho aun me pregunto si realmente era budista después de lo que me cobró, no la pasé mal, pero me sentí estafado, pagué lo que podría haber pagado en un hostal o bien en un campamento. Pero para las fechas del festival, encontrar un lugar en Cannes a buen precio es algo difícil o simplemente no existe. La acreditación como periodista en el Festival no te asegura tu hospedaje, esta es una de las razones por las cuales todos los hoteles, hostales y departamentos son muy caros. Después de haber estado en el departamento de la budista, a través de una página llamada couchsurfing, contacté a dos personas que me alojarían por tres noches, lo que me ahorraría el dinero de la estancia.

El día couchsurfing

─ Tu le connais? (¿Lo conoces?)
─ No, et toi? (No, ¿y tú?)
-Oui… c’est personne… (Si, no es nadie…)
No sé si era un tanto el efecto del alcohol, o l’herbe, pero el comentario de Oda, estaba por definir lo que quedaría para mí como significado del festival. Cuando caminas por Cannes bien vestido, hay muchos fotógrafos que te detienen para que poses ante ellos, claro esto siempre que vayas bien vestido, de igual forma saliendo de las funciones de gala donde todos van vestidos con smoking y trajes de noche. Hay cientos de fotógrafos tras una barrera y comienzan a disparar mientras alguna vedette sonríe, simulando tener orgasmos al recibir los flashes de una docena de fotógrafos.
Oda formaba parte del grupo de amigos de Aude et Lois, quienes me dieron hospedaje durante casi cuatro días. Cuando estás de viaje por poco tiempo es obvio que no conoces a las personas a profundidad, pero tiene sus ventajas, permiten una convivencia más rápida y fluida: la cerveza, la música y l’herbe. Disfruté mucho de la compañía de gente que no estaba muy interesada en el festival. Pude asolearme en una playa cerca de Cannes y probar un poco de agua helada de mediterráneo. Con ellos visite Nice y bebí en gran cantidad de bebidas embriagantes. Me identifiqué mucho con ellos por algunas situaciones que pasaron y que comúnmente me ocurren a mí, como aquel día en el que le volaron el estero al coche de Oda, le expresé algo en francés, que traducido diría: –que mal pedo, tu estéreo- él dijo: –hijos de la chingada se volaron mi estéreo-. También aquel día, que Aude, por estacionarse terminó sin un retrovisor, todo esto me hizo sentir situaciones que trajeron consigo varios flash backs. Sentí tristeza saber que me quedaba poco tiempo al lado de mis nuevos amigos, había disfrutado en verdad de su compañía, además eso implicaba tener que buscar otro lugar donde dormir, de nada sirvió pedirles una noche mas de alojamiento, tenían planeado un tour por Bordeux.
Me tuve que despedir e ir pensando en donde iba a dormir el lunes, sobre todo porque mi objetivo era ver por último la película de Tarantino y dejar Cannes.
Para el lunes comenzaba a rodar por mi cerebro una idea tonta de pasar la noche en la playa, realmente lo pensé poco y recordé algo que el amigo Chavita dijo: Si te quieres quedar más tiempo y de plano no encuentras donde quedarte, yo te puedo echar la mano, tú no te preocupes… Hablé con Chavita ese día para preguntarle si había chance, solamente dijo que le siguiera buscando.
El festival tiene dos caras, una es todo lo que puedes ver en la tele: el desfile en la alfombra roja, los pingüinos, las mujeres de cuerpos perfectos, las joyas, los autos, el votox, el silicón, los hombre de smoking y bronceados UV. La otra cara es el cine, pero el que se aleja de todo lo que es el glamur, bueno para ese momento para mí lo era, realmente me olvidé por completo de donde pasar la noche ese día, sobre todo por el hecho de dedicarme a ver películas. Por un momento regresó en mi la incógnita, de donde dormir cuando entré a ver “Daniel y Ana”, sobre todo porque una película tan mala te hace recordar donde estás (estás en Cannes viendo una porquería y recuerda no tienes dónde dormir). Entre películas, el tráfico vehicular, el paso de alguna celebridad, etc., se pasa el tiempo bastante rápido. Estaba en un coctel del IMCINE, y aproveche para borrar la idea de donde dormir con un poco de alcohol, bueno a decir verdad tenía que ser mucho para no preocuparme y simplemente terminar borracho dormido en la calle. Hubo un momento donde extrañe las platicas interesantes, y a mi oído llego el sonido de una voz fresa y pedante que presumía haber gastado dos millones y medio de dólares en “Daniel y Ana”, lo que hizo sentir más necesidad de los tequilas que estaban ofreciendo, el estar entre mexicanos me hizo pensar que podría conseguir asilo con alguno de ellos, pero todos me decían lo mismo, hubo uno que me dijo: ─si no te preocupes, tu espérame tantito deja moverme un poco y te consigo, tu nada mas aguántame ─ sabía que no regresaría. Ahora entiendo que el hecho de haberle regalado un cigarro y el haberle platicado como había llegado a Cannes (situación que según él era interesante) bastaban para hacer falsas promesas.

La noche que no dormí

Time takes a cigarette, puts it in your mouth
You pull on your finger, then another finger, then your cigarette
The wall-to-wall is calling, it lingers, then you forget
Ohhh how how how, youre a rock n roll suicide”
-Ziggy Stardust-

El coctel había terminado, me encontraba en el cinema de la Plage con el amigo Valerio. La canción con la que terminaba la película de Ziggy Satardust casi causó un efecto de calma, y ya no me importó mucho en donde dormir. Valerio, era un director de Brasil que había venido a Cannes con el propósito de presentar su cortometraje en la esquina de los cortometrajes del Palais; creo que después del coctel mexicano, Valerio fue la única persona con la que pude conversar de cine, bueno era la única persona que aunque no compartíamos idioma tuvo un platica bastante entretenida e interesante; también le pregunté si era posible alojarme en el lugar donde estaba pero él no titubeo y me dijo que no, lo que no me incomodó por lo menos fue honesto, creo que gracias a eso pude seguir platicando con él sin sentir ningún remordimiento. Valerio, al igual que yo, compartía mucho de lo que pensaba acerca del festival, él estaba decepcionado de no poder ver todas las películas, pero igual que yo, empezaba a dudar de que todo lo que se mostraba en competición fuera realmente bueno, para mí el mejor cine lo había visto en la semana de la crítica, aunque no por eso quiera decir que dentro de los filmes de competición había solo malas películas, yo tampoco alcance a ver todo lo que quería, pero me dio gusto saber que hubiera tanta gente apasionada por el cine y no por el espectáculo que se trae a Cannes.
Al final, la noche del lunes, la pasé en la calle, más bien dicho entre la calle, el Palais y la playa. Todo fue extremadamente repetitivo, de alguna forma intentaba dormir y nunca logré encontrar un lugar donde hacerlo, tengo que decir que las playas en Cannes son frías por la noche, que incluso en primavera la arena es muy fría. Imagino que para los guardias de seguridad yo fui como un fantasma dentro del Palais, caminaba por los stands vacios, me sentaba en las salas a ver el resumen del día y dormitaba un poco, llegaba seguridad y solo se me quedaba viendo con extrañeza, me tenía que mover para no causar sospechas, fue todo un Déjà vu tras otro, entraba y salía, por las calles pasaba una y otra vez por el mismo aparador, en la playa los perros de vigilancia me ladraban, los vagos no dejaban dormir porque reclamaban su lugar, intenté entrar a varias fiestas pero creo que mi ropa arrugada en ese momento no era la mejor carta de presentación, y mucho menos en este festival. Logré aguantar la noche sintiéndome una especie de sonámbulo, más un zombi, no es muy buena idea pasar la noche en una ciudad que casi no duerme o por lo menos no durante el festival, a las 5 de la mañana cuando parecía todo estar tranquilo y encuentras una esquina cálida en la playa las maquinas de limpieza no te dejan dormir. Creo que la próxima vez que duerma en la calle voy a analizar las cosas un poco más o, por lo menos, me aseguraré de estar preparado con una buena cantidad de alcohol, así todo eso que decía Bowie en la canción dejará de tener sentido.
El martes por la mañana, como no había dormido, entré a la función de la película de Almodóvar, por motivos suficientes, creo no haberla visto o bueno creo haber mezclado mis sueños con lo que era la película. No recuerdo si yo era el que estaba dormido pero juraba escuchar detrás de mi un señor roncando, pienso que tal vez era un sueño el estar en la sala del cine escuchando a alguien roncando, que tal vez el que roncaba era yo, y por eso al final la película se me hizo un tanto extraña, pero muy Almodóvar. El martes dormí en Nice, a excepción de la película de Almodóvar, disfruté casi todo el día con buen cine. Ese día no fue tan emocionante como el anterior y hasta resulto rutinario; checar las películas que iba a ver, ir al Monoprix a comprar algo para comer, entrar al cine, entrar al Paláis, caminar, buscar la sombra y sobre todo, observar a toda la gente que alucinaba por ver quién salía de esa limosina.
A Chavita no lo volví a ver, supongo que le molesto que le dijera Chava, jamás me interesó preguntarle más sobre porque le molestaba, creo que era causa de algún trauma de secundaria. El miércoles fue mi último día en el festival, tuve la oportunidad de descansar, de ver la película de Tarantino, verlo hacer espectáculo ante cientos de personas, aprovechar las últimas cervezas en el bar del Palais, y querer quedarme un poco más. No iba a estar más tiempo, para mí lo que estuve en el festival fue lo suficiente para no odiarlo, y a la vez, para poder querer más al cine. El hablar de los viajes resulta un tanto personal, cada quien tiene un punto de vista muy diferente, hasta ahora no he tenido malas experiencias y no puedo hablar mal de ningún lugar al que he ido. Creo que cada quien cuenta las cosas a como les va en la feria y realmente ha sido una buena feria.

19 de mayo de 2009

La Llamada






Por: Salvador Munguía


─Bueenooo… ¿Chava?
─Él habla, que pasó abuela ¿cómo estás?
─Achacosa, enfadada, cansada de tu abuelo, ya sabes… ¿Y tú qué tal? ¿Por qué no me has llamado?
─No me han dado ganas abuela.
─Por lo menos eres sincero cabrón, no como el mentiroso de tu hermano que dice tener trabajo todo el tiempo.
─¿Ya sabrás el motivo de mi llamada?
─Supongo.
─Tu madre está vuelta loca, me ha llamado para contarme que golpeaste a Raquel, y que de paso se largó de la casa.
─Es cierto.
─¿Y lo merecía?

Un silencio se interpuso en la plática. Después de un profundo respiro contestó:

─Si.
─Lo sabía, esa mujer era un puta, lo vi desde la primerita vez que la trajiste a la casa, se lo dije a tu abuelo, esas moscas muertas que todo el tiempo te piden las cosas por favor, que siempre mantienen una sonrisa en el rostro, que hablan suavecito, y sobre todo dos cosas hijo, apréndete esto: no confíes en una mujer que no come carne y todo esa basura de salvar el reino animal, carajo…¡ahh y sobre todas las cosas, que no sostengan la mirada cuando las estés viendo, no son de fiar!
─No empieces abuela.
─ ¿Y que piensas hacer? Encerrarte y beber todo el tiempo, hasta que te cargue la chingada, como con la última, ¿cómo se llamaba? ¿Laura? ¿Lorena?
─Lorena, abuela.
─Esa me caía muy bien, me recordaba a mí de joven, era hermosa y frondosa, no como la esquelética de Raquel… que fue lo que paso con Lorenita hijo.
─Abuela déjame en paz, estoy ocupado, además no quiero hablar de eso.
─ ¿Ocupado? Cabrón, has de estar con una botella en la mano, por lo menos asegúrate de beber algo digno. ¿Ya comiste?
─No.
─Voy a mandar al huevón de tu abuelo, que te lleve algo, hice chiles rellenos. Hasta un favor me harías en aceptar, tu abuelo sale a la calle, mientras yo aprovecho para irme a pintar el pelo… ¿rojo se me verá bien?
─Estás muy vieja para andarte pintando el pelo de ese color.
─Ahora resulta que un fantoche-fachoso como tú, me va a decir que color me queda y cual no.
─Abuela, debo colgar.
─Ni se te ocurra Salvador.
─¿Qué le digo a tu madre, para que se calme? ¿Irás a buscar a Raquel?
─No.
─Ve por Lorena, búscala hijo.
─No digas tonterías abuela, Lorena se casó hace 3 años.
─ ¿Y qué?, esa chica te amaba, no como la golfa de Raquel, maldita piruja. Aunque sino mal recuerdo, con Lorena fuiste un desgraciado traidor, como se te ocurrió acostarte con su hermana. Ya sabes que muy creyente nunca he sido, pero algo de cierto tiene uno de esos 10 mandamientos: “no desearás a la mujer de tu prójimo”, carajo, ¿si sabías que el prójimo era tu mujer?
─Abuela, eres la menos indicada para darme consejos, te recuerdo que intentaste envenenar al pobre de mi abuelo y tu propio padre murió de manera sospechosa.
─Cuida tus palabras, insolente, y te aclaro algunos detalles; el cabrón de tu abuelo se acostaba con la pobrecita de Carmen, aquella sobrina mía que vino del Df embaraza, estabas muy escuincle para acordarte de ella y del momento.
─La recuerdo, y recuerdo a mi abuelo convaleciendo y maldiciéndote en el hospital.
─Pobre diablo, de la que se salvó… otra cosa, jamás se te vuelva a ocurrir decir que Don Rodolfo era mi padre, era el marido de tu bisabuela, ese maldito si debí matarlo con mis propias manos, toda su vida fue un hipócrita. El piojoso estaba esperando que muriera mi madre para sacar las garras y quedarse con todo. Además eso que tiene que ver, no tengo porque estarte dando explicaciones a ti. Saliste como tu abuelo, pirujo, mentiroso, borracho, todo tienen.

Otro silencio.

Ahora un respiro hondo de la abuela. Otro más.

─Te quiero mucho hijo.
─Yo a ti abuela.
─ ¿Vas estar bien?
─Por el momento no.
─Te voy a presentar a Lupita, es la hija de mi amiga Carmen, la maestra, su hija también es maestra y no esta casada, es muy amable la muchacha, y lista hijo, tiene sesos, no cualquiera.
─Gracias abuela, así estoy bien.
─No puedes quedarte solo hijo, ya debes establecerte, tener hijos, una buena mujer a tu lado, no como la piruja de Raquel.
─Ya basta abuela, me voy.
─Esta bien hijo. Cuídate mucho, te mando besos.
─Yo igual, saludos al abuelo.

Una semana después, la abuela con el pelo teñido de rojo, había muerto. Durante la cena, agregó la suficiente cantidad de raticida a la rica avena que minutos antes había preparado. El abuelo se salvó de milagro (otra vez). Está convaleciente (otra vez). Hasta ayer seguía maldiciendo a la abuela (otra vez).

Durante el lluvioso funeral de la abuela, una chica no paró de llorar, él se le acercó y le ofreció un pañuelo, le preguntó como es que conocía a su abuela, contestó que fue amiga de su mamá. Así conoció a Lupita, la maestra. Era hermosa, la abuela ─casi siempre─ tenía razón.

14 de mayo de 2009

Perros

Por Gilberto Pizarro

Tenía tiempo que no probaba el agua salada, bueno a decir verdad creo que nunca había tenido tanta agua de mar en mi boca. Es un poco desagradable sentir el sol en la espalda empapada y masticar arena, bueno sobre todo lo de masticar arena ya que produce un chillido horrible en los dientes... mmm... tengo que retroceder un poco el tiempo. Me encontraba viajando en tren, delante de mi se encontraba un grupo de hippies, que por un momento me parecieron inofensivos, trataba de dormir un poco mientras escuchaba las platicas de sus viajes, de cómo aborreces o amas una ciudad. Recuerdo haber puesto atención a una platica banal sobre el ser vegetariano, y creo haber visto después como todo trascurrió más rápido; los neohipies aspirando coca, un francés neo nazi corriendo por el pasillo del tren... y sí, creo que ahí, retrocedí demasiado, ahora siento unos pequeños pellizcos en la nuca.

Ahora recuerdo bien, estaba sentado viendo una película un tanto fumada, sobre un viejo que convierte su casa en una casa voladora, amarrando miles de globos de colores a la estructura de la chimenea, todo esto con la intención de cumplir el viaje prometido a su esposa ya fallecida… pero no, esto tampoco me lleva al por qué estoy acostado recibiendo las olas del mar en mis pies. Ayer, creo fue ayer, estaba paseando con mi perro por las calles de una ciudad desconocida, muy parecida a Guanajuato, pero no, realmente eso no pasó. Ya empiezo a recordar, estaba bebiendo un par de cervezas en el parque mientras veía un par de viejos jugando cartas, uno de ellos le soltó un recto directo al que pareciera ser su amigo de antaño, no, creo que de nuevo retrocedí demasiado. Últimamente no logro distinguir muy bien cuando estoy soñando, parece ser un degradado entre azules donde no puedes percibir la diferencia de matices. Pero lo que trato de saber, es por qué estoy en una playa, acostado, saboreando la arena, con un cangrejo mordiendo mi nuca. Creo que estaba en una fiesta, había mucha gente elegante, recuerdo haber bebido dos whiskys, bueno creo que también tomé un par de copas de vino blanco o ¿era champagne? Ya llega un recuerdo más, por eso es que esta arena tiene un sabor más amargo de lo normal, creo que me está llegando la cruda. Si estaba en una fiesta, había mucha gente elegante, actores, directores de cine, un dj chafa arriba de una chimenea que soportaba las cuerdas de miles de globos, mucha comida, una casa flotante amarrada a miles de globos de colores. Sí, creo que todo comenzó así, un saludo en ingles a algún desconocido, luego el te presenta no sé quien diablos, de repente creo que me encontraba bailando entre gente que no conocía y fue extraño como de repente comienzo a pensar en teorías de física, en la fisión, en la reacción en cadena, en un saludo y de repente toda una fiesta se desata a tu alrededor. Bueno creo que será mejor comenzar a caminar de regreso a donde sea que tenga que ir, y espero que de repente solo tenga que despertarme en mi cama. ¿El nombre de Cannes, significa perros?

6 de mayo de 2009

Crónica de una traición anunciada

Salvador Munguía

Esa mañana, Carlos, su hijo de 14 años, le ha preguntado, con voz baja, sereno, pero sin ocultar su desconcierto, qué diablos hacia él, su padre, en un sitio de red social, como el facebook. Eso no era el problema, el problema era que su padre posaba al lado de otra mujer, una mujer que obvio, no era su madre.
Sorprendido, volteó y vio fijamente los ojos de su vástago. Carlos no bajó la vista, al contrario, su mirada era retadora, valiente. Volvió la mirada, hubiera preferido no haber visto aquellos ojos de enojo, de odio, de reclamo del mayor de sus 2 hijos. No contestó nada. Lo primero que se le vino a la mente fue: “maldita perra”. Le dio el último apretón a su corbata y sin mediar palabra se largó. A la muy perra le advirtió que fuera muy discreta. Su condición de hombre casado y con hijos le obligaba a manejarse con cautela. Esta vez falló.

Llegó a su oficina a las 10 y efectivamente comprobó aquellas fotos que “subió” Lucía, (su amante tapatía de envidiables 23 años) como respuesta a la ruptura que habían tenido en días pasados. Aquellas fotos eran reveladoras: el fin de semana en Puerto Vallarta, ─por cierto en el departamento de Verónica, su esposa─, aquellos días que recorrieron todos los bares de Guadalajara, desde el mas “chic” hasta el más arrabal. Hurgando, encontró álbumes con distintos nombres, uno se titulaba: “Él y Yo en las Vegas”, se trataba de fotos de aquel inicio del 2009 en aquella vulgar ciudad. Otro lo tituló irónicamente: “De lo que te pierdes”, fotos que él tomó a su joven, moreno y magistral cuerpo, a sus medidas casi perfectas, fotos donde sobresalía aquel rostro angelical, reluciendo sus espectaculares ojos almendrados. Pero en cuanto vio el álbum titulado: “Lucía y el Sexo” (en referencia a una de las películas favoritas de Lucía) se le estremeció el esqueleto; ahí estaban sus cuerpos desnudos, no eran fotografías vulgares, ni mucho menos, se trataba de una colección de fotos de él y Lucía en posiciones eróticas, bien cuidadas, como si algún experto les hubiera hecho el favor: ella encima de él, él atrás de ella tapándole los pezones con las puntas de los dedos índices, los cuerpos desnudos de los dos reflejados en un espejo, ella espectacular, él dando lástima con esas lonjas vergonzosas. Rápidamente intentó comunicarse con Lucía. Fue inútil. Quiso llamar a Carlos, su hijo, pedirle que por favor no dijera nada, pero se sintió tan vil, que se arrepintió. ¿Cuánto tiempo pasaría para que Verónica viera las fotos? No dejaba de pensar en posibles excusas. Sabía que no bastarían las respuestas de siempre: “no es lo que crees”, “no soy yo”, “estás loca, es tu paranoia”, “déjame explicarte”. Tenía que tomar una decisión rápida: ¿Revelar la traición a Verónica? ¿Pedirle perdón? ¿Fingir llorar?

Le preocupaba sobre todo imaginar la opinión de los demás. No era capaz de sacudirse los malditos prejuicios. Toda su vida había caminado en un delgado peldaño de mentiras y farsas. Reflejaba una apariencia –casi– de ejemplo a seguir. Cargaba en todo su ser una responsabilidad que él mismo se forjó a lo pendejo: el mejor esposo. El mejor padre. El vecino cordial y amable. Y venían pensamientos incisivos: ¿Qué dirán sus suegros que lo apoyaron en todo? ¿Dejaría de ser el héroe para sus hijos? No podía imaginar a Verónica durmiendo sola, mientras el mundo estaba lleno de locos. ¿Quién los iba a proteger, si no él?….Y enseguida le venían imágenes de la mirada retadora de Carlitos, su hijo. Maldito que se cree. ¿Por qué no mandarlo todo al carajo?, ¿Por qué no tomarle la palabra a Lucía y dejar de una vez a su esposa? No era la primera vez que lo había pensado, tampoco la primera vez que engañaba a Verónica, ni mucho menos la única vez que se lo habían pedido. Pero en cuanto alguna de sus ex amantes pronunciaban las palabras, ─que por algún tiempo toda mujer amante se guarda en las entrañas─, aquellas palabras que lo único que lograban era arruinarlo todo: “si me quieres, déjala, vente conmigo”. No entendía cómo ellas querían ocupar el lugar de ella, su esposa, la engañada, la traicionada. ¿Acaso no corrían el mismo riesgo de infidelidad? De algo estaba seguro, muchas veces se lo repitió a Lucía: “No existe una relación más sincera que la que tengo contigo, sabes que estoy casado, que tengo un par de hijos encantadores, que adoro a mi esposa, pero a ti te amo, no te hace falta nada a mi lado, no te engaño con ninguna otra mujer. Bla, bla, bla, era un excelente orador.

Se fregaba las manos en la frente, intentando resolver su lamentable situación. Se reprochaba a sí mismo. No podía entender cómo era posible que justo ahora fuera a ser descubierto, si gran parte de su vida marital tuvo una doble vida, siempre al lado de alguna dama. No se trataba de descubrir el hilo negro, simplemente era práctico, su éxito era la sensatez hacia sus amantes, y la sagrada discreción. Nada de fotos, no mensajes de texto, no llamadas a su casa. Él ponía las reglas. Era un experto. Pero las caderas nuevas de Lucía lo aturdieron de más. Poco o nada le importaron las constantes amenazas de su joven amante en caso de no poseer todo para ella. Se distrajo. Olvidó las reglas. También maldijo a la tecnología. En otros tiempos jamás hubiera sido descubierto. Volvió a abrir su laptop, miró otra vez las fotos, aventó su portátil encabronadísimo. Rara vez fumaba, jamás en el trabajo. Encendió un cigarro, lo inhaló suavemente. Apagó su celular, pidió a su secretaria que no le fuera a pasar ninguna llamada. Quería tiempo para reflexionar. No tenía mucho. Pero no estaba dispuesto a seguir desperdiciándolo, le aterraba ser sorprendido e invadido con preguntas, y no tener una respuesta.

Le vino una a la cabeza. Saldría en el primer vuelo a Guadalajara, le llevaría un ostentoso regalo a Lucía, se inventaría un determinado tiempo para dejar a Verónica, su esposa, y claro, convencerla respetuosamente de borrar esas fotos. Antes le llamaría a Carlitos y le pediría discreción, más tarde le explicaría.

Cuando llegó a su casa, a las tres, justo a la hora de la comida, sabía que sólo Carlos, su hijo, era el único que conocía las fotos, las fotos que delataban su traición, su vileza. Lo volvió a comprobar por la mirada de resentimiento hacia él. Comieron en paz y ella preguntó lo de siempre: “¿Cómo te fue en el trabajo, mi amor?”, y el contestó mecánicamente, “Todo bien cariño, cómo te fue a ti”. Los hijos, o mejor dicho, el menor de ellos, hizo comentarios banales, “Oye papá, ¿ya supiste de la goleada de Bolivia a Argentina?”. Carlos era el único que no dijo nada. Lo volvió a ver fijamente. Le increpaba su traición con la mirada, lo retaba, le maldecía con sus vivos ojos negros. Aún no terminaban de comer el postre que Verónica había preparado, (un rico y frío arroz con leche) cuando se paró. Se dirigió a su cuarto conyugal, de un cajón sustrajo un objeto frío, que nunca había tenido –por fortuna– la necesidad de usar, un revólver Colt 45, de simple acción. Volvió a la mesa, ocupó el mismo lugar, terminó su postre, de su bolsillo sacó el moderno revólver, dijo con voz serena, melancólicamente serena: “Perdón, los he engañado a todos. Puso el revólver sobre su boca y el disparo fue sórdido, letal. Carlitos sintió un gran alivio por dentro.

No es cierto. Cuando a las tres llegó a su casa, justo a la hora de la comida, sabía que sólo Carlos, su hijo, era el único que conocía las fotos, las fotos que delataban su traición, su vileza. Lo volvió a comprobar por la mirada de resentimiento hacía él. Comieron en paz y ella preguntó lo de siempre: “¿Cómo te fue en el trabajo, mi amor?”, y él contestó mecánicamente, “Todo bien cariño, ¿cómo te fue a ti?”, los hijos, o mejor dicho, el menor de ellos, hizo comentarios banales, “Oye papá, ¿ya supiste que corrieron a Aguirre de la selección?”. Carlos era el único que no dijo nada. Lo volvió a ver fijamente. Le increpaba su traición con la mirada, lo retaba, le maldecía con sus vivos ojos negros. Aún no terminaban de comer el postre que Verónica había preparado, (un rico y frío arroz con leche) cuando se paró. Se dirigió a su cuarto conyugal, de un cajón sustrajo un objeto que nunca había tenido –por fortuna– la necesidad de usar, un revólver Colt 45, de simple acción. Volvió a la mesa, ocupó el mismo lugar, terminó su postre, de su bolsillo sacó el moderno revólver, el primer disparo lo hizo en el cuerpo de Javier, el menor, cerca de la ceja derecha, el segundo fue directo a la cabeza de Carlos, el mayor. Entre gritos e histeria, Verónica corrió con brazadas desesperadas hacia el cuerpo de él, la recibió con un disparo en el estómago. Posteriormente intentó hablar una vez más con Lucia. No fue posible. Dejó un mensaje de voz, dijo con voz serena, melancólicamente serena: “Lindas fotos, te voy a extrañar”.

Un último disparo sórdido y letal se proyectó en su boca.

(Este texto aparece en la última edición de la revista Reves, dedicado a Amantes, si vives en Morelia, búscala en puestos de revistas del centro, cafeterías Lilians y Europa, en la UDEM y en en la UNLA. En el interior del país la pueden encontrar en: librerías educal (aunque en palabras de su editor: "si llegan, con mucho retraso... se tardan un chingo, pero si llegan")

3 de mayo de 2009

Tarantino Mixtape

Para aquellos que gustan de las peliculas de Tarantino.

Eclectic Method - The Tarantino Mixtape from Eclectic Method on Vimeo.