24 de junio de 2009

La radio




Por: Salvador Munguía

Recuerdo el olor a madera vieja. Un largo micrófono que atravesaba toda la cabina. La complicidad de una espalda desnuda, desgarrada, de un cuadro de Rafael Flores. Recuerdo principalmente a mi padre por las mañanas de un sábado cualquiera, mejor dicho, de un sábado de “Clásicos del Rock”. El mismo ritual de siempre: mientras le daba la vuelta la los huevos estrellados, le daba la vuelta a esos grandes discos de acetato, al lado A o B de cualquier disco de los Stones, de los Who o de cualquier otro. Mientras preparaba el jugo, preguntaba abiertamente con cuál canción empezar, con cuál seguir y con cuál finalizar, cuando nos sentábamos por fin a desayunar, el programa estaba armado en la cabeza de mi padre, el menú era el de siempre un par de huevos estrellados encima de unos crudos hotcakes y obvio, mucho rockanroll. Pequeñas dosis B.B King, otro tanto de Zepellin, Chuck Berry o Muddy Waters y de postre algo de los Animals. Después soltaba otra pregunta: “¿quién me acompaña a la radio?” La respuesta a él le gustaba escucharla: “Yo”, otro “yo” se escuchaba de la voz de mi hermano. Aún no recuerdo el nombre de la rúbrica con la que iniciaba “Los Clásicos del Rock”, pero era espeluznante, una larga sesión de batacazos, sin remordimientos, ni concesiones, puro y absoluto rockanrol. Después venía la voz de mi padre, media mormada, pausada, a veces titubeante, pero siempre con un certero y sabio comentario. Era el único momento que mi hermano y yo nos quedábamos quietos, el resto de la hora, se nos iba luchando entre sus piernas, moviendo cables y micrófonos, bajándole a los apagadores, haciendo desmadre. Mi padre siempre paciente, solo nos observaba, cuando llegaba el final decía aquí estuvieron mis dos hijos: “chavitarock y arturock, ¿desean agregar algo? Mi hermano con lo mocos en la nariz, gritaba: “saludos a mi mamá y que viva el roock”. Cuando me tocaba el turno, un nudo en mi garganta me impedía escupir cualquier palabra. No recuerdo en que momento mi hermano dejó de venir, por lo que a mi respecta, no dejé de venir un sábado al lado de mi padre. Y como el mocoso de mi hermano no estaba para pelear, solo me quedaba una opción, sentarme pasivamente bajo su regazo, escuchar el sonido rasposo de las agujas que se encajaban con furia en el acetato de Hendrix, de Bowie, de Iggy Pop, o de cualquier otro, un sonido poco o nada fidedigno que se desprendía de una vieja bocina, y claro (no me quedaba de otra) prestar atención a las palabras de mi padre, de su boca se desprendía un leve tufo de cerveza o jerez, así como breves comentarios, resumidas anécdotas, no más de 3 saludos. No hablaba mucho, pero cuando lo hacía no podía ocultar su pasión por el rock y por la radio. “La radio, se hace entre canción y canción”, me decía. “La radio no es para merolicos ni para chistositos, ni mucho menos para andar perdiendo el tiempo en saludar a medio mundo”.
Con el tiempo fui adquiriendo valor y gallardía, no solo mandaba saludos a mi mamá o a mi abuelita, sino me atrevía a presentar a x o y canción, a leer alguna critica o a tener la libertad de escoger una banda y hablar de ella. Son patéticas aquellas grabaciones, mi voz era (y sigue siendo) peor que escuchar al gallo Claudio.
Por supuesto hubo un rompimiento generacional entre padre e hijo, yo estaba harto de escuchar los mismos clásicos de siempre, tuvimos discusiones acaloradas en este espacio, diferencias y enfrentamientos. Lo curioso del caso es que en el fondo, creo que mi padre se cansó también de escuchar a las vacas sagradas, a los mesías del rock. Así que, desde hace algunos años, y hasta la fecha, este espacio radiofónico se caracterizó por una programación (o un playlist como lo llaman ahora) en mezclar a las vacas sagradas, con grupos, solistas, movimientos, etc., que a lo largo de los años se mantuvieron (algunos ahí siguen) en el underground, en las alcantarillas, en el caño. Que por décadas han sido (y que bueno) ignorados por la radio y por los medios en general, pero que han influido y repercutido de manera determinante para que el rock siga vigente. Que equivocado estaba “el rey” Elvys al afirmar que el rockandroll no duraría más de 10 años, que se trataba de un género que pasaría de moda. Pero no, el rock and roll se convirtió no solo en un fenómeno musical, sino en una fuerza social, cultural y hasta económica con mayor trascendencia del siglo pasado y lo que va de éste.

14 años después, mi padre por asuntos personales, laborales, (que se yo) se despidió de este programa. Van 9 años que su servidor se ha hecho cargo de este espacio. 9 años de venir en las peores y mejores condiciones. 9 años de hacer amigos a través de la magia que es la radio. 9 años de extrañar al titular de este programa, mi padre. 9 años de frescura, originalidad, espontaneidad, pero sobre todo, sinceridad y muchísima pasión de estar tras estos micrófonos. 9 años de puro y absoluto rockanroll. Más de 20 años en la difusión de la cultura del rock. Toda una vida y una forma de vivir y pensar gracias al rockanroll.

Parodiaré a mi padre al terminar una emisión de los “Clásicos del Rock”, “que haya paz y que el rock este con ustedes, gracias”.
El fin de un ciclo de uno de los programas de culto más longevos de la radio en Morelia: “Los Clásicos del Rock”. Escúchalo este sábado 27 a las 12:30 pm a través del 1370 AM, Radio Nicolaita, o bien, por: http://radionicolaita.umich.mx/

15 de junio de 2009

Ramón Pantunflas




Algunos lectores me han preguntado quién es Ramón Pantunflas. Algunos otros han acusado a este blog (y a veces con razón) de ser un blog con tintes, chistes, anécdotas o personajes "localistas". No es mi intención tener que estar aclarando cada detalle. Más bien me da orgullo presentarles a mi querido y curioso compañero. Aquí una breve biografía.

Nació en Atécuaro, Michoacán, un 20 de julio de 2008. Es de una raza canina de origen alemán, también llamado teckel, dackel o perro salchicha. Su peculiar fisonomía se debe a una mutación genética conocida como bassetismo, que dota a los ejemplares de extremidades muy cortas en relación al tamaño del cuerpo. Su vida ha estado marcada por 3 momentos: 1. Una infancia feliz, placentera, cómoda, abundante, perrona. 2. El abandono por parte de su madre (humana), etapa que lo marcó por el resto de sus días, una etapa triste, oscura y lamentable. 3. Es un perro sobrio, estudioso, serio, formal y muy crítico. Busca la verdad, el conocimiento, la belleza y la existencia a través de la filosofía. Lee vorazmente a Theodore Adorno, Jean Paul Sartre, Foucault y no soporta a Sigmund Freud. Actualmente escribe un ensayo titulado Desórdenes de personalidad de un perro abandonado. Además, habla fluidamente alemán, español, inglés y japonés. Como cualquier mortal, tiene debilidad por las perras altas y de razas de pelea. Sigue buscando el porqué de dormir con una pantaleta roja en el hocico y tiene una fijacion con morder los dedos de los pies.

PD: Le encabróna que la gente u otros perros lo señalen o se refieran a él diciendo simplemente: "mira un salchicha".
Ahh, le caen mal los niños.

5 de junio de 2009

Sin música.


Por: Gilberto Pizarro


He comenzado a creer estupideces, bueno, más bien empiezo a creer en lo que dice el viejo Valenzuela. En todo ese verbo de dejar de parrandear, desvelarse y de tomar (si se puede dejar las drogas por qué no). Lo peor ha sido tomar la vieja cámara y hacerme autorretratos, darme cuenta que mi mirada va hacia ningún lado, que tengo un pasado cansado para mi edad y que comienzo a añorar los días con mi padre.

Ayer creo haber pasado por una juguetería y regresar a casa con mil piezas de lego. Ahora bebo más temprano, dejo a un lado mis proyectos, y empiezo a creer que nadie me quiere (ha llegado de nuevo ese sentimiento adolescente, el amor no existe, estas solo, nadie te entiende). Ha pasado ya tanto tiempo.. sigo bebiendo sin control, y suelo recordar aquel tiempo en que te pedí regresaras; aquel en el que no perdoné a mi padre, el tiempo que pensé que sería eterno y que se fue tan rápido.

-¡Hey cabron ¿por qué dejas de tocar?..

-Te dije flor de capomo-… me caga que los pinches norteños se hagan pendejos, solo hacen que me ponga a pensar pendejadas…

1 de junio de 2009

Segunda Llamada






Por: Salvador Munguía

Sonó 7 veces primero. 1 minuto después, el teléfono seguía sonando. Insistió 10 veces consecutivas. Él se mantuvo quieto, presentía la llamada. Sabía quién estaba al otro lado del auricular. Se activó la contestadora: “como ya te habrás dado cuenta, ni Raquel, ni yo, nos encontramos en casa, haz el favor de dejar un mensaje y tu número telefónico, nosotros nos comunicamos”. Sentado sobre una repisa de libros, dio el último trago a la cerveza y puso atención a la voz que saldría del aparato contestador. Enseguida vino aquella voz, aquella voz que regularmente era suave, tenue, agradable. Sabía que esta vez, no sería así:

─Levanta el pinche teléfono Salvador, se que estás ahí. ¡Levántalo, carajo!
No lo hizo.

Ya entrada la noche, el teléfono volvió a perturbar la tranquilidad de aquella casa. La privacidad se terminaba por los constantes sonidos del teléfono.
Sonó las 10 veces seguidas y la contestadora volvió a activarse. Aquella voz, recuperó su originalidad, su verdadero tono, otra vez (lo suficiente) suave, sereno, amable.

─Salvador, contesta por favor. No quiero pelear. Llamo para sacar mis cosas, fui por la mañana y cambiaste la chapa… ¿qué onda?

Levantó el teléfono.

─Cambié las chapas porque te llevaste mi sala y el comedor, ¿qué querías?
─Te puedes quedar con todo lo demás, las cosas que yo también compré.
─ ¿Qué?, ¿tus pinturitas?, ¿tus cremitas?, ¿tus tanguitas? o ¿con tu perro?
─No empieces Salvador, quiero hacer las cosas en buena onda.
─Como te atreves a decir que en buena onda, si te robaste mis cosas, mi sala…te llevaste 5 de mis libros favoritos, solo para chingarme, ¿acaso sabes leer? ¿por qué te los llevas?… y claro, lo olvidaba, ¿debo portarme buenaondita después de que follaste con mi mejor amigo?... cuanta razón tenía Henry: “cualquier hombre, hasta el amigo más intimo, es un asesino en potencia”… ¿no lo dirás que duermo desarmado todas la noches para que venga a matarme, verdad?
─ Tu y tu pinches oraciones de intelectualito, deja de decir pendejadas…estás enfermo, me das lástima, jamás te engañe, el león crees que todos son de su condición, necesitas ayuda médica, no es normal que no puedas confiar en nadie, que creas que todos te engañan y mienten…pero haya tú, cree lo que se te pegue tu pinche gana…y necesito entrar por mis cosas.
─Pues a ver como le haces, aquí no vuelves a poner un pie, sino es que quieras que te deje el otro ojo morado.
─Hijo de puta, como te atreviste… solo con las mujeres puedes, pero verás cabrón… espero que con mis hermanos seas igual de machito y valiente, por cierto, ya te andan buscando, ya se enteraron de tu patanada.
─Uy que miedo, escúchame con atención mi reina: dile a los afeminados de tus hermanitos, que me la pelan, ya saben dónde encontrarme, también hazles saber que el día que vengan a mi casa, se aseguren de venir listos para los putazos y, que tengan la amabilidad de traerme mis discos que se llevaron los lacras esos, apunta cuáles: Wua y los Arrrghs!!!, la antología de los Mirlos y el de Kitty, Daisy & Lewis…ya sé de donde sacaste lo rata.
─Vete a la chingada, maldito infeliz. Te odio. Ojalá te mueras pronto.
─Ojalá.
Y colgó.
Me hubiera gustado mantenerme en silencio, no reclamar, decir, ni amenazar, o ser un perro como Ramón (y disfrutar de los placeres) reclamar hace vulnerables y débiles a los hombres, recordé una sentencia de Fernando Pessoa, la cual me fue imposible poner en práctica, pero tiene mucho de razón: "el placer es para los perros, las quejas para las mujeres y los hombres nos quedamos con el honor y el silencio". A pesar de haber mostrado rencor y coraje, un alivio inesperado recorrió mi ser. Enseguida me dormí y soñé con Lorena, la soñé bailando twist, con sus enérgicas caderas girando alrededor mío, sus delicados talones manteniéndose sobre las medias puntas del suelo, de manera sensual movía de atrás hacía delante sus pequeños y sensuales hombros, iba vestida con una blusa blanca y una holgada falda roja a la altura de sus rodillas, por lo que a mi respecta, era un excelso bailarín, me movía con ligereza hacía delante, atrás, a los lados, hacía abajo, juntos cantábamos let´s twist again con el mismo Chubby Checker, cantando felizmente al fondo de la alcoba. Dormí hasta la mañana siguiente. Media hora antes de irme a trabajar, cerca de las 8:30 de la mañana, y cuando estaba por terminar mis zucaritas, insolentes golpeteos se escucharon tras mi puerta, no podía creer que alguien a esa hora del día tuviera el descaro de importunar a su prójimo, miserables impertinentes. Mi perro Ramón comenzó a ladrar incisivamente. No cesaban los fuertes manotazos, intentaban derrumbar no solo la puerta, sino mi propia casa. Me apresuré para saber de que se trataba tanto escándalo, más valía que fuera por algo que valiera la pena, sino me iban a escuchar. Abrí de inmediato, ahí estaba Julián, Manuel y Ricardo, hermanos de Raquel:

─Buenos días muchachos, con tocar una vez es suficiente, ¿no creen?... ¿qué los trae por aquí? ¡qué milagro! ¿gustan pasar? …cuánto gusto en volver a…
Un puñetazo se estrelló a la mitad de mi respingada nariz.
─Pinche Manuel, pegas como niña.
Enseguida los otros dos gorilas me sujetaron por la espalda.
─Dejen de ver películas de Van Damme jóvenes.
Con las manos una vez inmovilizadas, Manuel estampó un directo de nueva cuenta en mi rostro.
─Ahí no papá, en la cara no… no le voy a gustar a tu hermana.
Julián, que estaba sujetándome con fuerza uno de los brazos, dijo:
─Dale uno en el hocico, pa que se calle.
─ ¿Hocico se escribe con h?... ¿o sin h cuñadito? ─Hijo de tu chingada madre ─dijeron los otros dos─ dos fuertes ganchos sobre mis costillas, me doblaron fácilmente.
No perdieron tiempo, un segundo después, los gorilas me aventaron al suelo, recibí 10, 20, 50 o 100, ─no sé bien cuantas─ certeras patadas en todo mi cuerpo, uno me piso la cabeza, el otro brinco sobre mi barriga, uno me agarró de los huevos, los 3 continuaron dándome puñetazos con odio y saña.
Hasta que se cansaron, me dejaron de pegar. Todavía consiente, escuché preguntar a uno de ellos:
─No que muy riata cuñadito…eso te pasa por pasarte de verga con mi hermana.
A lo que con trabajo, respondí:
─Me saludan a la golfa esa… díganle que para la otra, traiga unos más cabrones, unos que sí sepan pegar, no a 3 niñas como ustedes comprenderán.
Una última patada en la cabeza me hizo perder el conocimiento. Desperté en mi cama ─tuvieron la amabilidad de cargarme─ o mejor dicho, me despertó Ramón Pantunflas, el perro de Raquel, (ahora mi perro) lamiendo las heridas de mi rostro, se le veía alarmado, y como no, si la boca no dejaba de sangrarme, la nariz la tenía de boxeador, mis ojos estaban inyectados de sangre, la cabeza llena de chichones, me costaba trabajo respirar, seguro tenía más de alguna costilla fracturada.

Con el hocico picudo y su fría nariz, Ramón intentaba a través de leves empujones sobre mi rostro, mantenerme despierto, sus ojos negrísimos, reflejaban angustia y preocupación. Escuché por vez primera su voz, creí que por la edad que tenia (11 meses) podría ser una voz chillona, aguda, al contrario, no se le cortaba la voz como cualquier otro púber, con voz grave, casi ronca, y con un extraño lenguaje, cortés y educado, me preguntó:

─Sr. Salvador, si me lo permite, dígame a quién acudir para poder ayudarle, sobre primeros auxilios no estoy lo suficientemente preparado, pero…
─No lo sé Ramón, pero me está cargando la chingada.
─Si, lo sé, está usted muy golpeado, no se duerma, leí lo peligroso que puede resultar para alguien que se encuentra en su condición, puede entrar en coma y podría morir pronto, de un derrame cerebral o de un paro respiratorio.
─Que bueno que te preocupes por mi Ramón… tráeme un vaso con whisky y muchos hielos.
─Perdóneme Sr. Salvador, pero no creo que esa sea la mejor solución, además usted toma mucho últimamente. Olvide a esa ingrata mujer, ya ve lo que le hicieron por su culpa, yo ya lo hice, la olvide, la olvide para siempre.
─Gracias por tus consejos Ramón, no creí esperarlos de ti, eres muy joven, pero eres listo.
─Gracias a usted, posiblemente no sea el momento, pero quisiera agradecerle por su hospitalidad, por lo amable y responsable que ha sido conmigo. Perdone que me tome otra molestia, pero quisiera que fuéramos buenos amigos.
─Gracias Ramón, lo somos, pero no me hables de usted.
─Como usted diga.

De nueva cuenta, volví a dormitar. Cuando volví a despertar, el largo y peculiar cuerpo de mi perro, se encontraba dormido tranquilamente a un costado mío. Sentí compasión, ternura y agradecimiento por la amistad de mi curioso compañero. Por cierto, de cualidades extraordinarias: amable, inteligente, sensible, valiente. Mientras acariciaba una de sus caídas y largas orejas, un recado escrito sobre un papel de color chillante, sobresalía de mi repisa, con trabajo y dolor, me acerqué y alcancé a leer:

“Cuñadito, nos llevamos las cosas de Raquel, aquí te dejo tu disco de los Mirlos, los otros después te los doy, están chingones los Wow y los Arrrghs!!!, dan ganas de matar escuchar a estos cabrones. Nos encargó mucho mi hermana que te recordáramos te hagas cargo de Ramón, dale de comer, está muy flaco, no seas cabrón.

PD: Raquel te mandó dos libros, pinche cuñado estuve leyendo el prólogo de Trópico de no sé que madres, del un tal Henry Miller, y con razón estás como estás pinche cuñado… por el momento, lee uno de los míos, se llama: Conócete, Acéptate, Supérate: Grafología y flores de Bach, quédatelo, espero te sirva. Atte: Tus cuñaos”.