31 de diciembre de 2010

Bebo a la salud de todos los canallas, de todos los desesperados. Bebo a la salud de las señoras aquí presentes. -Las mujeres aplauden y gritan. Él pide calma, agitando una mano-. Bebo a la salud de todos los que están aplastados por la vida. Ladrones, locos, asesinos, prostitutas. Bebo a la salud de los que tienen el alma envenenada....
Ricardo Piglia, Nombre Falso
Feliz 2011!

6 de diciembre de 2010

31 RAZONES PARA DESCONFIAR DE JOHN LENNON


Chava Munguía

El 8 de diciembre se celebra el trigésimo aniversario luctuoso de John Lennon. Un tipo polémico, contradictorio, soberbio, supersticioso, mandilón… humano al fin y al cabo. Un artista importante en la música del siglo XX... hasta ahí. Pero hay quienes se afanan en vanagloriar a sus “ídolos”. Vaya que ponerle el nombre a una calle de su artista favorito es ya exagerado. Pues bien, una calle del municipio de Ocampo, Michoacán llevará el nombre del famoso músico. A propósito del aniversario, aquí una lista de razones de porque desconfiar de la Morsa...

1.- Porque se atribuyó canciones que eran de Paul MacCarney. “An old fiancé on mine”.

2.- Por piratearse frases que eran de Ringo. “I´ve got blister in my fingers”, con quefinaliza Helter Skelter.

3.- Porque lo convirtieron héroe de la clase trabajadora y vivía en un lujoso departamento. El edificio Dakota, en Nueva York.

4.- Por contradictorio. No es posible que un hombre celoso, machista, violento, amenazante, haya escrito “Woman”, una canción que habla sobre la igualdad y el respeto a la mujer.

5.- Que se dijera de izquierda y votara por gobernantes conservadores para reservar el orden económico en Gran Bretaña.

6.- ¿Mártir de la paz?. Si como no. Se encerró en un hotel cinco estrellas con Yoko, se pasó una semana acostado, con servicio al cuarto, visitas de personalidades de la farándula sesentera y compuso “Give Peace a Chance” . Que bonito.

7.- Compuso “Beatiful Boy” dedicado a su segundo hijo Sean, que recientemente declaró que había días en que su padre lo golpeaba y otros en que lo trataba con ironía.

8.- Por preferir al hermano menor Sean por encima del mayor Julian, incluyendo la herencia. (Como hermano mayor que soy, Siempre se debe dar preferencia al primogénito, siempre.)

9.- ¿Rebelde? No era más que un mandilón rockstar, refugiándose cinco años bajo el férreo control de su esposa, la terrible y calculadora Yoko Ono, con el pretexto de dizque cuidar a su hijo Sean y cocinando pasteles, mientras su querida mujer hacia el trabajo administrativo, por cierto incalculable, al momento de su muerte recibía alrededor de 50 mil dólares diarios por regalías.

10.- Por su soberbia y pendejes. Ya que dejó que su esposa se entrometiera en la vida de los Beatles ocasionando su rompimiento.

11.- Por pronunciarse a favor de la paz y el amor en el mundo. "Le costaba a la vez mucho encontrar de algún modo paz y amor para su primera familia, para mi madre y para mí". Escribió alguna vez su hijo Julian. Pobrecito.

12.- Por imaginar un mundo con paz, amor, solidaridad y sin posesiones, cuando al mismo tiempo patrocinaba con dinero a la guerrilla urbana católica irlandesa (el IRA). Por cierto Imagine no es más que un piano tan monótono como el que haría cualquier estudiante de practica.

13.- Por haber participado según informes confidenciales de Cannibaltwist en una cantidad descomunal de sexo, drogas y alcohol. Presentando también testimonios de mujeres que aparecieron admitiendo noches salvajes no sólo con John, sino a la vez también con los otros tres Beatles. Que vergüenza para la decencia y las buenas costumbres.

14.- Por haberse dejado manipular (hasta en eso) por la viuda negra Yoko, en aquel famoso Lost Weekend (en realidad un año y medio) en donde le enjaretó a un John desesperado a la secretaria de la pareja, la china-estadounidense que sería su sombra y su nalguita. En ese famoso año y medio perdido, una amante consentida que reportaba diariamente a Yoko Ono. Pero además se la paso bebiendo, montando broncas en Los Ángeles y componiendo lo que sería sus siguientes tres discos. Bueno, así hasta yo me dejaba manipular.

15.- Por supersticioso. Perdió la amistad de George Harrison a quien siempre le tuvo un cariño inmenso, ya que Lennon no acudió a una audiencia legal para definir el destino de los discos, las canciones, las regalías, porque su horóscopo le anunciaba un día difícil.

16.- Por andar coleccionando discos piratas de los Beatles. ¿Con tanto dinero John?

17.- Por realizar todas las actividades públicas en pareja. Que hueva.

18.- Por fascinarle la vida de eremita del multimillonario Howard Hughes.

19.- Por elitista y mamón. Compró todos los asientos de primera clase del avión, cuando Yoko lo enviaba solo a aquellos viajes-rituales sobre numerología y quien sabe que más pendejadas.

20.- Por tirar al gato que más amaba por el balcón.

21.- Por ser más famoso que Jesucristo.

22.- Por programas de TV y especialmente de radio (Los años maravillosos, La hora de los Beatles, y de vez en cuando, Los clásicos del rock) que se dedican a recrear y recordar todos los putos días la misma música y la vida de este músico (y los otros 3). Que repugnante.

23.- Porque todos los grupillos de cualquier bar se dedican a tocar los covers de los títulos de Lennon.

24.- Porque le dio alas a Brian Epstein manager de los Beatles que se consumía en una relación homosexual por John y terminó suicidándose por preferir a Yoko Ono.

25.- Porque le disgustaba que la prensa (gorrona como siempre) disfrutaba a costillas de los Beatles de los tragos y las prostitutas gratis. Yeah!

26.- Por quejarse y chismear a John Wenner fundador de la revista Rolling Stoneque fue llevado a usar heroína por el mal trato que recibieron él y Yoko por parte de los otros tres Beatles. Que sufrido, seguramente le tuvieron que rogar.

27.- Por haberse cambiado el apellido de Winston por el de Ono. Que cursi.

28.- Por su “humildad y sencillez”. Algún día él mismo Wennner le preguntó que si se consideraba un genio a lo que Jonh contesto “Si yo soy unos de ellos”.

29.- Aunque este punto no es de Lennon en sí, sí lo es de la autentica villana, es decir de Yoko Ono que al leer la biografía mordaz e incisiva de Albert Goldaman “La vida de John Lennon” (que al parecer no tiene afecto alguno por Lennon como persona) intentó suicidarse por lo que estaba escrito ahí y no lo hizo. Que lástima.

30- Porque si estuviera vivo seguramente estaría haciendo duetos con Avril Lavigne o produciendo un disco a Eminem. Y seguro, seria tan nefasto como Bono o el mismo McCarney peleándose por el Super Bowl, el mundial de fútbol, o salir a un lado del Papa nazi.

31- Si, fue uno de los mejores músicos y personajes del siglo XX. Si, tuvo genialidad, talento, creatividad y éxito. Pero existe una frase de Cioran que dice, “hay mucho de farsante en aquel que tiene éxito”. Y es cierto.

......Y de pilón:

Porque el día de su muerte mí madre lloró y se deprimió mucho, tanto que, se olvidó de que tenía un hijo recién nacido de tan solo dos meses de nacido. Ese pobre desdichado es quien escribe estas líneas.


Texto publicado en el 2008 en la revista Revés en su edición "Idolos".

22 de noviembre de 2010

Un viaje sin destino, Ian curtis y una extraña banda rusa




Por: Salvador Munguía

Marchábamos a 120 km. por hora. El t-suru verde se abalanzaba a través de la espesa oscuridad. Los botes de cerveza se vaciaban con rapidez. Un viejo ipod arrojaba canciones al azar. El alcohol nos mantenía relajados, serenos. Un perro güero se cruzaba en el camino en un acto suicida. Los perros también se suicidan. Los nervios se nos erizaron como un puerco espín excitado. Encendimos un par de cigarrillos. La nicotina devolvió la calma. Fumábamos los tres en silencio. No teníamos certeza de nuestro destino. El destino es siempre incierto. De las bocinas salía una voz cavernosa, grave. Cerré los ojos y me concentré en la música. Sonaba a Joy Division. No estaba seguro, no reconocía la canción. El alcohol aturde el cerebro. Me impacienté. Di una calada onda al cigarrillo. Ahora estaba seguro. No, no era Joy Division. Tampoco era los hijos bastardos de Ian y compañía. No era Interpol. No era White Lies. No era She wants revenge. No era Editors. Con la cabeza apoyada en el asiento trasero y los ojos siempre cerrados, tragué las últimas gotas de la cerveza. Volví a concentrarme en la música. Eran sonidos post punk. Notables influencias de Joy Division y Gang of Four. La voz era la misma de Ian Curtis. Me daba la impresión que nunca estuvo muerto. Que se mantuvo oculto en una caverna. Que decidió salir y formar una nueva banda. Sin embargo, las canciones cantadas en inglés, tenían un acento extraño, raro. No quise ser el culpable de romper el silencio entre mis amigos, preguntando quién tocaba. Si algo me gustaba de viajar con ellos, era eso, el silencio.

Me das un trago, dijo un tipo flaco, pálido, de cabello corto, negro. Vestía camisa oscura y un suéter gris. Alrededor del cuello llevaba una soga vieja. Me asustaste, no te había visto –dije alarmado. Hola, soy Ian, Ian Curtis. Hola, mucho gusto, -contesté. ¿Quieres? –le ofrecí un cigarro. Lo incendió al momento. Ellos son mis amigos. Hola Ian, cómo andas, loco –dijeron y volvieron la vista al frente. Por cierto Ian, pero ese que canta tiene la voz igualita a ti. Si, me gusta. Los conozco, son rusos. El cantante se llama Vlad, es buen tío. ¿No te molesta que todos quieran cantar como tú? ¿Quiénes? –preguntó sorprendido. Después se quedó callado, pensativo. No dije nada durante unos minutos. ¿Te gusta Interpol, Editors….? No me dejó terminar -he oído algunas cosas. No me gustan. Prefiero a esos rusos. ¿Cómo se llaman?, -pregunté a Ian. Se quedó otra vez pensativo, ido. ¿Cómo se llaman?, -insistí. Daba la impresión que no escuchaba. No recuerdo, recuerdo el nombre del disco, se llama Alps. Es muy bueno. Esa canción es mi favorita –se refería a la canción que sonaba del ipod. Se llama Ghost. Me gusta, -dije. Los dos movíamos ligeramente la cabeza con el ritmo de la canción. ¿Por qué no te quitas la soga, no te incómoda? –me atreví a preguntar. Ian esbozó una tímida sonrisa. Ya me acostumbré, llevó con ella 30 años. No dije más. Acomodé la cabeza en el respaldo y cerré de nueva cuenta los ojos. Las palabras sobraban. ¿A dónde nos dirigíamos? No lo sabía. La brújula dentro de mi cabeza se descompuso. No sabíamos a dónde nos dirigíamos, ni recordaba de dónde veníamos. Hubo un silencio por completo dentro del auto. El disco había terminado. Decidimos hacer una parada para orinar. Al ver hacia atrás, Ian levantó el brazo en señal de despedida. Se detuvo y gritó: ya recordé, se llaman Motorama. Enseguida su figura se perdió en la densa oscuridad.
Publicado en la revista Pause Magazine.

31 de octubre de 2010

Chava Munguía


La puntualidad no es una virtud, es una enfermedad. Una manía que afecta los hábitos, costumbres y las horas de sueño (si al menos tuviera un recompensa evidente).

18 de octubre de 2010

Cristal (últimos capítulos)



Capitulo IX
Mi vida corre peligro
La pelea
Dormía. No soñé nada en particular. Eran imágenes disueltas, dispersas. Pero una imagen cobró forma y cuerpo, era el rostro de mi madre, tenía un semblante amenazador. Desperté de sobresalto, desorientado, sudado. Vi la hora, 4 de la mañana. Qué explicaciones le daría a mi progenitora.
A mi lado, dormían desnudas las tres panteras, ronroneaban sigilosamente. En el aire flotaba un olor a sexo, tabaco y alcohol. Permanecí un par de minutos sentado, amodorrado, medio borracho. Me bebí un vaso de agua fría mientras contemplaba el cuerpo de las potrillas. Tengo una debilidad por las cicatrices, busqué y conté algunas al azar. Cristal por ejemplo, tenía una a la mitad de la rodilla, era impresionante. Tan impresionante que me provocó una pequeña erección. Acaricié el tobillo de no sé quién. Quise prender un cigarrillo, pero recordé que no sabía fumar. Me entraron ganas de vaciar la vejiga. Me puse mi calzoncillo y me dirigí al baño.
Mientras descargaba un poderoso chorro sobre la letrina, escuché unos ruidos provenientes de la puerta principal. Alguien estaba intentando entrar a la fuerza. Cristal se paró de inmediato. Fue hasta el baño y me previno.
Es mejor que no salgas, Shavi. Apaga la luz –dijo Cristal nerviosa, asustada, con ojos de rana aplastada.

¿Pasa algo?
Shhh….no hagas ruido, Shavi.

Mi corazón latía con fuerza. No es que yo fuera un miedoso, pero el miedo se apoderó de mí. Permanecí en el baño no más de diez minutos. Seguían forzando la puerta. Escuché una voz chillona gritar, “abre la pinche puerta, Cristal, sé que estás ahí”. No sabía que hacer. Me sentía acorralado. Caminaba enloquecido de un lado a otro. Puse la tapa del retrete y me senté a oscuras. La puerta de la casa de Cristal, era una simple y delgada puerta de madera. No tardaría en derribarla o no tardarían, -en realidad no sabía cuántos eran- ….Y lo hicieron….
¿Con quién chingaos estás?...¿por qué no abrías, cabrona?
Con nadie, sólo estamos las mushashas y yo…y, y, y…no te abría porque estaba dormida…no escushé nada. –decía la asustadiza de Cristal, -pobre criatura
¿Lo primero que se me vino a la mente fueron mis pantalones, mi camisa, mis zapatos y todo lo demás -carajo, de haber sabido-.
–Deja de hacerte pendeja, ¿de quién chingaos son estos pantalones?...¿de quién chingaos son estos zapatos?….¡contesta, perra! –vaya boquita.
–Te estoy diciendo la verdad, Shirilo, te lo juro, no hay nadie, sólo las mushashas y yo.
Hasta el baño escuché un sonido seco, parecido a un aplauso, parecido a una palmada en las nalgas. Me equivocaba, había sido una certera bofetada en el angelical rostro de Cristal. Escuché un lamento muy leve de Cristal. Sentí comezón en las orejas, eso sucedía cuando algo me hacía enojar.
–Y ustedes levántense, chingada madre –seguro se dirigía a las otras dos, que yacían dormidas en la sala, sobre la alfombra.
–Es mejor que salgas, cabrón…. dónde quiera que estés, te voy a encontrar hijo de tu chingada madre…-gritaba el Chirilo, -vaya apodo, dios mío santo.
No podía permanecer más tiempo encerrado, en cualquier momento me encontrarían. El miedo fue desapareciendo hasta no quedar nada de él. A pesar del desgaste sexual que había “sufrido” horas antes, volví a recuperar la fuerza. Si alguien tenía que temer, serían ellos, o él, o los que fueran. De cobarde no tenía ni un pelo.
No me gustaba pelear pero tenía gran destreza con todo tipo de artes marciales, judo, karate, kung fu. Decidí salir. Abrí la puerta. La luz me encandiló terriblemente. Ahí estaban las panteras, vistiéndose tímidamente. Cristal, tenía las manos sobre su rostro. Verla llorar me partió el alma. Y en primer plano, estaba un tipo moreno, mal encarado, con una ridícula calva, un bigote afeminado, una asquerosa papada y cuerpo en forma de pera. Tardé en reconocerlo, era el mismo Chaparropanzón que meses antes me había encontrado afuera de la casa de Cristal y me había visto de forma retadora.
–Te puedo ayudar en algo –dije sin poder ocultar mi refinada educación. El tipo me miró de arriba abajo. Me sentí apenado por solo llevar puesto mis calzoncillos. Enfurecido lo oí gritar:

–Hijo de tu chingada madre…ya te cargó la riata…ya verás quién es el Chirilo….

Sus amplias carnes se abalanzaron sobre de mi. El Chirilo corría en cámara lenta. No me costó trabajo esquivar al rechoncho y malhecho cuerpo. Se volvió a impulsar para darme un puñetazo que esquivé con un rápido movimiento de cintura.
–Pelea, marica, como los hombres -dijo enfurecido y con los puños arriba el Chirilo.
Cristal intervino: –¡Shavi, vete, por favor, no te hagas el masho,…vete que te va a matar, veteeee!
Cristal y las otras no dejaban de lloriquear y gritar. Pretendían calmar al Chirilo. Cristal intentó tomarlo de los brazos. El Chirilo contestó con una hábil bofetada en el rostro de Cristal. El problema del Chirilo fue que esta vez, yo había sido testigo presencial.
–Vaya modales, Chirilo… ¿acaso nunca escuchaste que a una mujer no se le toca ni con el pétalo de una rosa?
–Chinga tu madre, perro –escupió el Chirilo de su asquerosa y mal educada jeta.
–Con el respeto que me mereces, mi querido Chirilo, pero esto no lo puedo tolerar –agregué de nuevo de forma educada.
El primer golpe fue un recto sobre su asqueroso rostro. Enseguida le acerté dos rapidísimos golpes en su nariz de chile relleno. El Chirilo quedó atolondrado. No quise abusar de mi sobrada superioridad. Le di tiempo a que se recuperara. Pelea Chirilo, no que muy cabrón. Eres igual de hablador que muchos otros. Dio un manotazo más lento que un perezoso subiendo a un árbol. Volví atizarle otro golpe, esta vez en la panza, las pesadas carnes se movieron como gelatina recién hecha. El Chirilo quedó sofocado, sudaba a chorros. No conforme, en una ágil ejecución, le apliqué una yoko-tobi-gueri (una patada lateral en salto) en la nuca del convaleciente Chirilo. De no morir por los golpes que le estaba propinando, el Chirilo corría el riesgo de morir de un paro cardiaco. Por mi parte, estaba entero, tan entero como el zorro que corre al acecho de una gallina indefensa. Volvió a insistir, del suelo recogió una botella que pretendía estrellarme, con un rápido movimiento de mis músculos bien ejercitados, apliqué un torniquete que aprendí durante mis clases de judo. El Chirilo quedó inmovilizado sin posibilidades de nada.
–¿Le paramos aquí mi Chirilo? ¿O cómo vez? El Chirilo intentó decir algo. Bofeaba. No entendí nada. El Chirilo hipaba como lechón recién comprado.
Las damitas volvieron a insistir en que me fuera. Las tranquilicé diciendo que no pasaba nada. No me iría, no sin antes escuchar una disculpa del Chirilo. El tipejo tendría que pedir perdón por los malos modales, las malas palabras, por las bofetadas a Cristal, por haber forzado la puerta, por haberme ofendido, por las molestias causadas…. y por feo y gordo. Con trabajos el Chirilo se arrodilló. Mientras, yo, lo sujetaba de la calva sebosa. El Chirilo empezaba a gesticular las primeras palabras de perdón cuando un mazazo se estrelló en mi nuca. Fue un duro golpe. Quizá con un martillo o con un palo de béisbol. Había sido un golpe vil y traicionero. Del golpazo, casi pierdo el conocimiento. A mi mente, volvieron las imágenes disueltas y dispersas. Sentía el cuerpo pesado y lento. Escuchaba gritos tan lejanos que parecían venir de otro planeta. Agitaba la cabeza para tratar de recuperar el conocimiento. Daba fuertes sacudidas a mi cabeza para volver del letargo. Recuperaba lentamente la lucidez. Pamela y Roxana luchaban contra un tipo largo, flaco, encorvado, ojeroso. El bate de béisbol lo sujetaba Cristal sobre una de sus manos. El Chirilo seguía entorpecido por los golpes que yo le había asestado. De no haber sido por la ayuda de las princesitas, seguro hubiera muerto de una buena tunda. Me acerqué para ayudar a las chicas con el otro tipo, con el flaco, éste al ver que me acercaba, sacó de su bolsillo una arma de fuego, era una arma pequeña, más pequeña que su mano, lejos de parecer una pistola, parecía un pichón recién atrapado. Apuntó contra mí. Hizo un primer disparo que no sé donde fue a parar. Los gritos no cesaban. El flaco no podía apuntar bien porque seguía forcejeando con las chicas. Corrí por la casa, salté el sillón grande. Con mi inteligencia despierta, recordé que dentro del baño había un ventanal que daba a un patio trasero, lo derribaría para enseguida brincar una pequeña barda que daba a la calle. Una vez en la calle, correría directo a mi casa. Le explicaría a mi madre que pasé al billar y que las horas se me habían hecho agua.
–Corre Shavi, corre –gritó Cristal, desesperada.
Estaba por llegar al baño. Un segundo disparo hizo un sonido parecido al canto de un gorrión. Sentí una punzada de calor en mi pierna derecha. El maldito me había herido. No de lleno, era un ligero rozón que me ardía hasta la entrañas. Con trabajos me arrastré al baño. Dentro, puse el seguro de la puerta. Estaba imposibilitado para seguir luchando. Me brotaba sangre a manantiales. Ver sangre desde pequeño me producía mareos. De forma valiente, tomé una toalla para hacerme un torniquete. A lo lejos se escuchaban unas sirenas. “Vámonos, la policía bien en camino” –era la primera vez que el Flaco hablaba. “Después nos encargamos de éste”. El Chirilo,- seguro con dificultad- se reincorporó para soltar una amenaza: “Ya verán ustedes, cabronas”.
Un silencio se hizo en toda la casa. Las sirenas pasaron de largo. A pesar del torniquete, la sangre seguía saliendo a chorros. Cristal tocó la puerta del baño.
–Shavi, precioso, ¿estás bien?
–Estoy bien, Cristal.
–Abre la puerta…se han ido.
Abrí la puerta. Cristal, Pamela y Roxana se asomaron. Tenían cara de preocupación y cansancio. Las tres volvieron a preguntar si me encontraba bien, contesté que si.
–Te vamos a llevar a un doctor.
–No es para tanto, estoy bien.
Cristal regresó con trapos y agua tibia. Me quitó con delicadeza el viejo torniquete. Me tapé los ojos para no ver la sangre. Fue imposible, quise ver que casi me desmayaba. Las chicas me hicieron airecito con revistas que estaban en el baño. Desperté mareado. Me ayudaron a caminar al sillón de la sala. Me recosté. Una delgada luz de sol se colaba por la ventana.
–Tenemos que llevarlo al doctor -no supe quién volvió a insistir. Perdí la paciencia.
– ¿Y qué diablos contestaré cuando me pregunten cómo me hice este rasguño? ¿Jugando a las pistolitas? Explicando, “señor policía estaba en una orgía cuando llegaron unos malvivientes y me quisieron matar”.
–Shavi, tiene razón, además tendríamos que denunciar al Shirilo y al Cupido –carraspeó Cristal.
– ¿Podrías explicarme quiénes son esos animales, Cristal?, ¿por qué se metieron a tu casa a la fuerza? ¿por qué habría de molestarles mi presencia? ¿por qué intentaron matarme?, ¿acaso es tu esposo, novio o amante?... ¡dime! ¡carajo! ¡tengo derecho a saberlo, Cristal!
– No es el momento, Shavi, estás muy agotado. Pero son hombres peligrosos, Shavi.
Las otras dos no dejaban de lloriquear.
– ¿Cuándo carajos? -La paciencia se me había agotado. Un piquete en la pierna provocó un reparo y un quejido a la vez. Sudaba frio.
– ¿Qué hacemos, Shavi?
–Pásame un cigarro y dejen de lloriquear.
–Pero no sabes fumar, Shavi, además estás herido –contestó sorprendida Cristal.
–Carajo, pásame un maldito cigarro y un vaso de ron.
Intentaba recrear la escena de una película. Yo herido, al borde de una muerte honrosa, despeinado, fumando mi último cigarro, las mujeres llorando desconsoladas por la partida inminente de un hombre valiente y digno.
Di una calada al cigarrillo, tosí peor que un tísico. El ron sin embargo, se deslizó suavemente por mi garganta.
Mis últimas palabras, antes de caer desmayado, fueron:
–Llamen a mi padre, él sabrá que hacer.

No es una historia interminable. Dos capítulos y el fin. Próximos capítulos:
Capitulo X Mi padre es un Gandalla
Capitulo XI Adiós a Cristal.

27 de septiembre de 2010

Resaca



La resaca es el resultado de la intoxicación del organismo, provocada por la ingesta de una dosis excesiva del alcohol y etcéteras. La resaca es el contacto más cercano con la muerte. La resaca refleja lo cobarde y vulnerable del ser humano. La resaca es la resucitación misma.

14 de septiembre de 2010

Que celebren los pocos


El escritor Guillermo Fadanelli, con motivo de los próximos festejos, escribió en su columna del periódico "El Universal" una interesante reflexión, aquí un extracto...


"Reunión de muchos, a temblar los pocos”, decía una tía que se quedó soltera toda su vida sin darse cuenta de que lo contrario es también aterrador y que en México, este fragmento de país en escombros, cuando los pocos se reúnen (obispos, políticos, hombres de negocios), los muchos tienen que pagar la cuenta. Bonita manera de festejar tenemos. Además, cuando hay algo que celebrar uno tiene que poner dinero. Y como en mi familia me enseñaron a poner todo o a no poner nada, y no soy tan cínico como quisiera, en ambos casos siempre salgo perdiendo.

Hoy que se cumplirán 200 años de no sé qué me aterra que la plaza se caliente, pues sé que las celebraciones populares siempre se pagan con uno que otro muerto. Quiero decir que no tenemos nada que festejar como sociedad porque a los únicos que les ha ido bien es a los de siempre. Y cuando esto sucede, entonces la fiesta se ensombrece. ¿Por qué salen los patrones a la calle a pedirnos a los jodidos que cantemos a un mismo ritmo y cobijados bajo el mismo entusiasmo? ¿No les parece un cruel desaguisado? No se puede celebrar una fiesta nacional si sólo unos cuantos tienen motivos para reír. ¿Es tan difícil de comprender algo tan sencillo? Claro que no, pero el cinismo no viste discreto en estos tiempos. En una democracia las celebraciones populares deberían por lo menos tener raigambre popular. Y contarán con ella pues siempre habrá una multitud de muertos vitoreando su propia muerte, como en los poemas de Miguel Hernández o de Cernuda. Yo me quedaré en casa.

Lo que no seré en esta ocasión es tolerante. No saldré a la calle a abrazarme con un extraño que quiere un país, pero no sabe qué es eso. Y además me pueden robar los 100 pesos que tengo en la bolsa, o la foto de alguna de mis amantes encueradas. Sólo eso faltaría. Que me sacaran del bolsillo lo que me da vida. Lo han hecho siempre. Los ladrones desean que salgamos a la plaza para justificar sus tropelías. Hasta una bandera de México llegó a mi casa. Nunca había tenido una tan cerca y en vista de que habito en un tercer piso pensé en lanzarme a la acera envuelto en ella como lo hiciera el dramático Juan Escutia. Sin embargo, los héroes están demasiado ridiculizados hoy en día. ¿Por que voy a lanzarme de cabeza en la acera? No hay motivos. Y además me pueden robar mis fotos."


El texto completo en el periódico "El Universal" en la edición del lunes 13 de septiembre de 2010




Palabras sabias.

10 de septiembre de 2010

Cristal (últimos capítulos)


Chava Munguía

Capitulo VI. La Llamada

La llamada llegó. El teléfono sonó justo al medio día. Era un bochornoso sábado.
Es curioso, pero siempre poseí una intuición extraordinaria. Cuando intuyo algo, y por razones que hasta ahora desconozco, la ceja de mi ojo derecho comienza a temblar. Al escuchar los sonidos del aparato telefónico, supe de inmediato de quién y de qué se trataba. La ceja hizo un juego de arriba abajo demasiado molesto. A pesar de tener el auricular cerca, no quise contestar. Pero lo hizo mi madre.
–¿Siii? -contestó mi madre. -Que manera de contestar, Dios mío-. Y continuó,
–¿Quién lo busca?, -una pausa- Permítame un momento señorita…..¿Señorita qué, me dijo? -otra pausa- Un momento eh.
Si algo me molesta en el alma, es hablar por teléfono. Y más si me interrumpen. Estaba releyendo el comienzo de un libro extraordinario, El Guardián entre el Centeno, de J.D Salinger.”Si realmente les interesa lo que voy a contarles, probablemente lo primero que querrán saber es dónde nací, y lo asquerosa que fue mi infancia, y qué hacían mis padres antes de tenerme a mi, y todas esas gilipolleses,…. de pronto, escuché la voz chillona de mi madre:
–Te llama un mushasha –mi madre, arremedó a Cristal, como si ella hablara muy bien-.
Ya sabía quién me buscaba, sin embargo, pregunté.
–¿Quién es?
–Dice que se llama Cristal y que son compañeros del equipo de voleibol…. No sabía que también practicabas al voli –agregó mi madre-.
No dije nada. En realidad no me gustaba el voleibol. En mi escuela sólo lo practicaban los afeminados. Tomé el teléfono y dije:
–Bueno.
–Hola Shavi.
–Hola Cristal, ¿cómo conseguiste mi número?
–Es lo de menos Shavi… quiero verte hoy, por la noshe.
–No sé si pueda.
–Yo sé que puedes. Te prometo que nos divertiremos como antes.
–No estoy seguro de querer divertirme como antes… ya te dije que tengo novia.
–Ya te dije que no me importa que tengas novia.
Hubo un silencio. Después preguntó:
–¿Sabes qué es una orgia, mi vida?
Me quedé perplejo ante la pregunta y reaccioné:
–Una inmoralidad, una obscenidad… ¡santo cielo, Cristal, haz enloquecido!
–Te invito a una, esta noshe.
–¡Dios mío!....estás loca, ¿deberías buscar ayuda medica…o ir con algún cura?...Dios mío…
–Jaja…ash Shavi….siempre con tus ocurrencias…oye, tengo que colgar, te espero a las diez, no llegues tarde, las shicas y yo te estaremos esperando.
–¿Cuáles chic…-no alcancé a terminar la pregunta, ya había colgado.
Traté de pasar inadvertida aquella llamada. Traté de seguir con mi lectura. Traté de sacudirme las palabras de Cristal, la imagen de Cristal. Intenté evadir la palabra orgía. Traté de no imaginarme entre varias mujeres. Intenté pensar en Liliana y así sentir algún tipo de remordimiento. Intenté, traté, intenté y traté.
Y no lo logré.
Ni la filosofía, ni la historia, -ni nada-, lograron apagar la sed del cuerpo.
La curiosidad influyó en mi decisión. De cualquier forma iría preparado. No quise darle rodeos al asunto y me alisté como si un guerrero se enfrentará a la peor de las contiendas. Llevé a cabo los rituales del torero minutos previos a salir al ruedo. Tomé una ducha de agua fría. Enjuagué las partes más sensibles con agua helada para una mejor circulación en la sangre. Comí en abundancia; de botana, me preparé unos ostiones con chile y limón. Tomé suficientes líquidos. Me afeité. Me friccioné por todo el cuerpo una loción de mi padre. Planché ropa formal. Le di grasa a mis zapatos.
Estaba ansioso. Decidí que lo mejor sería leer un poco de poesía. La poesía me relajaba. Memoricé un pequeño fragmento especial para la ocasión; “yo estaré sobre ti, y todas las mujeres tendrán un hombre encima en todas partes”.
La palabra orgía me causaba sospecha. No estaba tan equivocado en cuanto a su significado. De chiquito, me imaginaba siendo el rey de un palacio, rodeado de una servidumbre de mujeres bellas y en pocas ropas. Debo confesar que no era una servidumbre denigrante; todas ellas convivían en armonía, sin envidia, sin celos, sin enojos. Tenían distintas funciones. Una tenía la tarea de hacerme cosquillitas en los pies, otra, frotaba mi pelo, otra, la espalda, una, me daba de comer en la boca. No había sexo, únicamente me llenaban de besos y abrazos y cosquillas, hasta ahí. Era un niño y para mí, eso era una orgía.
Es sabido que todo varón heterosexual, al menos una vez en su vida, ha imaginado estar con en medio de un puñado de señoritas desnudas. Yo no era la excepción. Pero una cosa son los sueños y las fantasías, y otra, la realidad. No quise seguir pensando más en la palabra orgía.
Cuando salí de casa, y sin afanes de presumir, estaba hecho un tipazo, un galán del cine de oro, un dandy.
–¿A dónde vas tan guapo? -dijo la entrometida de mi madre.
–No me esperes, llegaré tarde.
–¡Cómo que no te espere!…. ¿a dónde vas?
–Por ahí, a dar la vuelta.
– Aquí se llega a una hora muchachito, y te recuerdo que todavía eres menor de edad, así que bájale de huevitos. –Si algo me molesta de mi madre, es su vocabulario vulgar-.
Mi padre en algo tiene razón, tratándose de una mujer rabiosa, lo mejor es ignorar. Y me largué.

Capitulo VII Una verdadera Orgía

Llegué diez minutos antes de la hora acordada. Abrió la puerta Cristal. Me dio un largo beso, primero en la mejilla y después en la boca. Sus labios sabían a un dulce licor. Vestía una corta y ajustada falda, una blusa blanca de delgados tirantitos y un escote de miedo. Sobre el pescuezo resaltaba un crucifijo de oro macizo, de mal gusto. Llevaba el pelo suelto, alborotado. No llevaba una pizca de maquillaje. De cualquier forma se veía hermosa.
–Shavi, que bueno que viniste, te estábamos esperando. Ven, pasa.
Dentro, en la sala, estaba Roxana, la mujer que meses antes y de manera breve me había presentando Cristal.
–Hey Shavi, que bueno que viniste, Cristal estaba ansiosa de que llegaras –dijo.
–Hey, ¿cómo estás?....¿qué te haz hecho? -dije por decir algo-. De pronto, interrumpió Cristal, –Toma, bebe esto, lo preparé para ti, está rico.
La bebida era dulce, el tipo de bebidas que le gustan a las chicas. Me tomé de un jalón tres copas seguidas. Me mareé un poco.
Algunos minutos transcurrieron entre risas y bromas. Comimos carnes frías y más vino. Justo a la hora, alguien tocó a la puerta. Se trataba de Pamela, que al igual que Roxana, la conocí meses atrás de manera efímera.
Pamela llegó borracha. Traía un diminuto vestido, color marrón, zapatillas del mismo color. Sin embargo, y pese a su atuendo, se veía desarreglada, el rimel de sus ojos le escurría por los pómulos, los labios, -también pintados de color marrón-, daban la impresión que se los había pintado un invidente. No lucía bien. A cada paso, tambaleaba, santo cielo. Cristal y Roxana no paraban de burlarse. Yo sentí un poco de pena. Pobre criatura.
Sírveme un trago por el amor de dios –berreó Pamela, borracha. –Las otras dos rieron como unas condenadas hienas.
–Y tú, ¿quién carajos eres?...
–Soy Salvador, mucho gusto.
–¡Ahh!... claro, tú eres el cabroncito que te andas cogiendo a mi amiga.
Sentí un calor en las mejillas, seguro se me pusieron rojas de vergüenza. No supe que contestar. Las otras volvieron a reír. Me sentí incomodo. Pero duró poco.

El bailecito

Las otras dos se la estaban pasando de lo lindo. La alegría es contagiosa. Además, cómo no estarlo, si estaba rodeado de hermosas mujeres. Bebí otro gran trago. Brindamos por la noche. Ellas brindaron por las mujeres. Yo también brindé por ellas, por todas. Después brindaron por los hombres. Me limité a brindar. No sé quién sugirió bailar. No era mala idea. Me gusta ver bailar a la gente. Para ser franco, a mí no me gusta. Sin embargo, desde pequeño tenía una habilidad especial para el baile, dominaba todos los géneros, no había uno mejor que yo bailando: rockanrol, twist, a gogo, salsa, cumbia, todos los dominaba a la perfección. En pocas palabras; era un trompo.
No supe en qué momento nos encontrábamos todos bailando. La sala se convirtió en una pista de baile. Cristal puso una colección que me dejó con la boca abierta; ahí estaba Billy Lee Riley, Bill Woods, Carl Perkins, Elvys, Little Richards, etc. Bailaba con una y con otra y con otra. A veces, las tres al mismo tiempo. Nuestros cuerpos estaban empapados de sudor. Era una noche inolvidable. Desee con toda mi fuerza que no se fuera a terminar.
Por unanimidad cambiamos de género musical. Entre cajas de acetatos, extraje un disco, se titulaba, “Los Mirlos, desde Perú”. Quedé atrapado al escuchar las primeras notas. Nuestros cuerpos se contoneaban con soltura. La letra era maravillosa. La aprendí de inmediato: “eres bien bonita, pero mentirosa, engañas a los hombres, siempre con mentiras… mentirosa, mentirosa, dices te quiero mi amor, pero no lo dices con buena intención, porque tú no tienes corazón”. Vaya canción por el amor de Dios. Le quedaba al dedo a Cristal.
Siempre me ha molestado la gente que se adueña de las consolas, de la música, y sin embargo, ahí estaba yo, escogiendo el repertorio musical para hacer bailar a las lindas princesitas. El colmo fue cuando puse un grupo llamado “El Mexicano”, eran sonidos vulgares, pero muy divertidos. A ritmo de caballito nos pusimos de nuevo a bailar. La letra, también coincidía con esa noche: “me siento muy contento, me siento muy feliz, ya es fin de semana y me pienso divertir, el viernes me desvelo y el sábado también, y el domingo me enredo con quién me quiera bien…feliz, feliz
Y de la misma forma que rezaba el estribillo, yo me sentía feliz, muy feliz. De la orgía era de lo menos que me acordaba. Seguía prestando atención a la letra, y escuché cantar: “el viernes con Teresa, el sábado Raquel y el domingo Vanesa, es la que me trata bien”….vaya descaro, me quedé helado. El ritmo de caballito puso a las damas en estado efervescente, “repítela, repítela Shavi” decían todas. No me quedó de otra que bailar al caballito cerca de siete veces. No estaba tan mal, el baile se trataba de rejuntar los cuerpos lo más cerca. Era una reunión de pelvis y de ombligos. Previo a lo que estaba por venirse.
La orgía

No me hubiera importado haber bailado toda la noche. Hasta que…
Cristal ordenó que pusiera una canción lenta. “Más cashonda Shavi”. Busqué entre un montón de discos viejos. En cuanto tuve el acetato en mi manos, supe el impacto que tendría. La portada era de un hombre negro. El tipo se veía de pocos amigos, pero tenía a la vez una aire de inocencia. Vestía estrafalario. La portada decía con grandes letras doradas, Barry White, “Canciones para Enamorar”. La aguja del tocadiscos comenzó a girar. Primero se escucharon unos coros femeninos, angelicales, después, una voz grave, muy grave, clara y limpia, y comenzó a cantar: “oh baby, we better, try to get it together”. Cerré los ojos, me imaginé siendo yo Barry, imaginé a Pamela, Roxana y Cristal, siendo mis coristas.
Después vino otra canción, muy distinta a la anterior, Barry haciendo unos sonidos sensuales, eran susurros explícitos. Seguro alguna declaración sexual al oído de alguna pervertida. El coro era pegajoso: “never never gonna give you up”. Era lo más cachondo que había escuchado. “Ven Shavi, abrázame fuerte”, dijo Cristal. Tuve una erección que me impidió seguir bailando. “Ash Shavi, qué es eso que siento”. Me sonrojé un poco.
Cuando sonaba, “can´t get enougt of your love babe”, sentí unas delgadas y tibias manos rodear mi cuello. Eran las manos de Roxana, me giré y nuestros labios se encontraron. Cristal por su parte, daba pequeñas mordiditas en mi oreja. Pamela, trastabillando, fue al encuentro. Pamela propuso un beso masivo, apestaba a alcohol. Nos besamos como pudimos, todos juntos, era bastante incomodo. Después, las tres, comenzaron a bailarme lentamente. Las manos de las tres recorrían mi cuerpo de arriba abajo. Volví a cerrar los ojos y me dejé llevar. Sentí unos cálidos labios besar mis oídos, la nuca, la espalda…, una pellizco mis nalgas, otra tocó calidamente el paquete guardado debajo de mi pantalón… Dios mío santo, era la gloria, era el paraíso, el infierno. Eran las dos cosas a la vez.
Ahí, en medio de la sala, los cuatro cuerpos se fusionaban en uno sólo. A pesar de la música, oía claramente el inconfundible seseo de la tela al ser frotada. Cuatro cuerpos friccionándose, cuatro cuerpos tocándose. Cuatro almas buscándose.
Pamela, que para esas horas estaba muy borracha, se quitó de un tirón el vestido marrón y sus pechos surgieron a la vista. Se quedó como Dios la trajo al mundo. Las otras dos, no se quedaron atrás. Roxana comenzó a desabrochar un ajustado pantalón azul y un jersey negro, como sus cabellos. Se quedó únicamente con un diminuto calzoncillo. Poseía una preciosa piel satinada. Lo mejor estaba por venir, y tenía nombre, se llamaba Cristal. “Quítamelo tú, Shavi”. Debajo de la minifalda negra, había un encaje blanco, muy brillante, que contrastaban con el color aceituna de su piel. El brasier mantenía con esfuerzo un par de endemoniadas tetas. Por mi parte, tenía calor y olía a perfume de mujer.
–Yo primero -dijo Roxana.
–No, yo primero -dijo la otra.
–No se alboroten reinitas, que este muñecon es para mí…así que yo iré primero -dijo Cristal.
Cristal con una habilidad envidiable, en menos de dos segundos, me quitó el pantalón, los calzones, los zapatos con todo calcetines. La camisa, me la quitaron las otras dos….y que Dios me perdone, no llevaba nada más ni lo necesitaba.
Me dejé hacer. Sentí la mano artesanal de Cristal tocándome el sable. Cristal me recostó sobre la alfombra de la sala. Las otras dos hicieron lo mismo, se recostaron y comenzaron a tocarse entre ellas. Se tocaban los muslos, cerraban y abrían las piernas tallándose entre si. Escuché leves gemidos.
–No te muevas, quédate quieto –dijo Cristal. Me sentí un conejillos de indias. Y decidí cerrar los ojos.
Con su lengua puntiaguda, larga y tibia, Cristal, recorría despacio mi cuerpo. De los hombros a la espalda, de la espalda a la cintura, como si buscara algo. La lengua se deslizaba como si fuera siguiendo una ruta trazada en un mapa. Mientras me acariciaba, me quedé absorto en mis pensamientos. Mis manos intentaron devolver el favor. Cristal lo impidió. Sentí cosquilleos en el hueco de los riñones. Cristal bajó hasta sus pantorrillas los calzones diminutos. Las otras dos se entretenían entre si. Cuando Cristal estaba completamente desnuda, tomó mis manos, las puso encima de sus tetas, estaban frías.
–Caliéntalas, Shavi.
–Con gusto, mi reina.
Cuando mis manos daban un leve masaje a las frondosas y jugosas manzanas, Pamela interrumpió:
–Hey, hey, hey, Cristal, por qué no echamos un volado, es lo justo.
El comentario, me indignó. Y contesté:
–A ver, a ver, tampoco soy una rifa, que quede claro-. Pamela, con voz chillona, gritó:
– Tu cállate. –Y eso hice.
En realidad, no tenía preferencia. Cualquiera de las tres. Las tres mantenían un argumento hasta hora irrefutable, los cuerpos renacentistas no han pasado de moda.
–Tengo un plan, -dijo Cristal-. Vamos a vendarte los ojos, cada una te hará algo, y tu escogerás…¿de acuerdo, Shavi?
–ok.
–Hay que atarle las manos y los pies, -dijo Roxana, como si fuera de lo más normal. -Me opuse de inmediato.
– Con los ojos basta -dije.
–Las manos también, sino Cristal llevará ventaja, ya conoces el tamaño de sus nalgas y de sus tetas. -Tenían razón.
–De acuerdo, las manos también –contesté, seguro de poder romper las cuerdas cuando quisiera.
Me taparon los ojos con un pañuelo. Me dejé atar. Quedé tumbado boca arriba.
–Vamos a montarte y tu decides cuál primero, ¿de acuerdo? –otra vez Roxana.
–De acuerdo.
En la habitación sólo se oían fuertes respiraciones. La mía, estaba muy acelerada. Los latidos del corazón resonaban violentamente en mis oídos. La primera –no sé quién- tomó la espada en su mano, se la introdujo, y empezó a rotar despacio, como si tratara de hacer círculos. Fueron escasos minutos, si acaso un par. Me había gustado. No era Cristal. Lo sabía. Mi pene tuvo una fuerte erección. Jamás había alcanzado un tamaño y una dureza iguales. Era el turno para la siguiente. Ésta, se montó salvaje, se sacudió fogosamente de adelante hacia atrás, se retorcía de tal modo que hizo temblar mi cuerpo entero. Su turno había finalizado. Intuía que se trataba de Pamela. Alguien puso cerveza en mi boca.
–Bebe y no se te ocurra venirte –dijo en tono amenazante Cristal.
La siguiente se montó a horcajadas sobre mi, e inmediatamente supe que era Cristal. El cuerpo tiene memoria. Recordé cada una de las cosas que ella me había hecho y yo a ella. Recordé con vivida frescura el tacto de su espalda, de su nuca, de sus piernas, de sus senos. Reconocí su vagina. Notaba la diferencia de temperatura, de tacto. Me sentí flaquear… Se paró. Alguien quito la venda de mis ojos. Me observaron. Tenían una linda mirada.
–¿Cuál primero? –preguntó Pamela.
–La tercera –dije sin titubear.
–Eso es trampa…volvió a decir Pamela.
–Ni modo, se aguantan –contestó Cristal.
Cristal volvió al ataque. Se montó violentamente. Parecía haber perdido el control. Se movía en todas direcciones. Desaté fácilmente la cuerda con la que me habían amarrado. Mis dedos cercioraron cada parte del cuerpo de Cristal, los diez dedos, parecían tener vida propia, voluntad y capacidad de reflexión. La sujeté entre mis brazos. Envolvió sus piernas entre mis cintura. Fui hasta dentro. Sentí dividirla en dos partes. Cristal, jadeaba y gritaba como una yegua endemoniada.
Pamela y Roxana, dieron paso al jadeo, al choque de carnes, al escándalo de la humedad. Dos bellas criaturas estrujándose entre si, más promiscuas que un animal en brama. Era una extraordinaria vista. Mejor, incluso, que cualquier amanecer en el mar, mejor que cualquier luna llena.
Cargué a Cristal hasta la revuelta orgiástica. Me sentía poseído. Poseído de lujuria y placer. Había perdido todo autocontrol. Estaba bastante excitado. Sentía como si todos los tornillos de mi cuerpo se hubieran aflojado. De haber tenido más manos, las hubiera tomado a las tres.
Los cuatro, sin orden especifico, nos arrastramos en una guerra de manos, de culos, de tetas, de labios, de piernas, de lenguas que subían y bajaban, que giraban, se enrollaban y no se daban abasto. Carnes chocando, gritos, sudor, mordidas, gemidos, salivas, líquidos, sacudidas.
Probamos nuevas posiciones; de heladito, de angelito, de pinacate, al horizonte, de arriba y abajo, de derecha a izquierda….No aguantaba más. Tomé a Roxana, la puse de angelito…. y eyaculé.
Después de eso, sentí un alivio brutal. Di grandes bocanadas de aire. Mi respiración volvía a regularse. Sentía un ligero temblor en las piernas.. Boca arriba y con los ojos abiertos me quedé contemplando el techo en silencio. No supe quién puso su cabeza sobre mi estomago. Acaricié su cabello. Alguien hacía pequeños círculos en mi pierna. Me hubiera gustado tomarlas de nuevo entre mis brazos, pero ya no podía. Estaba exhausto. A mis costados sentía la tibieza de dos cuerpos. No sé cuanto tiempo permanecí así.
Cerré los ojos y de repente me vi envuelto en tinieblas.

Próximamente:
Los últimos dos capítulos, no se los pierda.
Capitulo VIII
Mi vida corre peligro
Mi padre es un Gandalla
Capitulo X
Adiós, Cristal.


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