25 de agosto de 2010

Amargo manifiesto


Salvador Munguía

Nunca me habían encabronado los días nublados y grises, ni mucho menos la lluvia. El verano -a pesar de mi dificultad para conciliar el sueño- era una estación que me remontaba a buenos recuerdos. Pero ya no. Sucedió así, de repente. Una mañana desperté empapado de odio y amargo dolor. Odiando la lluvia. Decepcionado de la vida, de mi vida. Asqueado de las personas que me rodean y también de las que no. Tenía unas inmensas ganas de llorar pero la rabia me lo impedía. Quería tirarlo todo por la ventana y luego yo detrás. Desperté desconfiado, indefenso, miedoso, enojado, derrotado, triste, cansado, con resaca.

Desde ese día no puedo sacarme de la cabeza, ¿de qué está hecho el ser humano? ¿De qué estamos hechos? La respuesta puede ser muy simple. Está compuesto por más de 20 elementos, de miles y miles de compuesto químicos, de billones de células, de tejidos, de unos cuantos órganos, de algunos aparatos y sistemas.

¿Pero, será todo? ¿Los sentimientos se podrán contabilizar como los billones de células?... Lo dudo.
¿Nacimos malvados?... Existe la posibilidad.
¿No se supone que fuimos –la mayoría- educados para hacer el bien a nuestros semejantes, a nuestro medio ambiente, educados para vivir en sana convivencia en la –porquería- de sociedad en la que nacimos?
¿Existirá la moral y la ética? ¿O es una de las tantas mentiras y fantasías creadas por el hombre?
¿Existirán –aún- seres caritativos y bondadosos?
¿Existirá el amor? ¿Acaso no es sólo un juego de intereses?

A lo largo de los años, cientos de hombres se han hecho estos cuestionamientos. Las conclusiones son pesimistas. El filosofo y escritor Emile Cioran, se preguntaba acerca de valores como la amistad, el amor y la familia. Decía, “son conceptos que poco me dicen ya, y quizás no sea por desengaños sino porque no creo en sentimientos que son imposibles en una sociedad como esta, o en una vida como esta. El hombre está condenado a no vivir en paz nunca, allá donde vaya, se sentirá obligado a cambiarlo todo y a adaptarlo a su gusto, con la excusa de que es lo mejor. Así va destruyéndolo todo y creando mierda a su alrededor, porque si algo hay perdurable que pueda crear el hombre es mierda: suciedad y basura allá por donde pasa”.

Las palabras del viejo Cioran retumban en mi cabeza como el granizo que afuera se estrella contra mi casa, “el hombre está condenado a no vivir en paz nunca….el hombre es mierda: suciedad y basura allá por donde pasa”.

¿Cómo demostrar buenos sentimientos en una sociedad descompuesta como la nuestra? Una misión imposible.

¿Tienen peso los sentimientos, las emociones?... Yo creo que no. El ser humano es un animal vacio. El espíritu del humano es como la piel que muda la serpiente, un calcetín hueco y podrido.

Si hurgáramos en el “interior” de la mayoría de la gente, sólo encontraremos, odio, rencor, venganza, malicia, amargura, mentiras, traición.

No es necesario llegar a los 30 años para tener nuestros primeros desencantos con la vida. Las primeras decepciones ocurren en la niñez. El padre no es el súper hombre que imaginábamos. Es un ser lleno de defectos como cualquier mortal. Pronto, seremos la semejanza de aquel hombre amargado y perdedor. Tendremos la herencia de sus peores vicios y carencias.

La religión es una tortura y un estorbo lamentable. ¿Existirá Dios? ¿Cómo saberlo? De existir, que abandonados nos tiene. A mi me da la impresión de que está avergonzado de haber creado un animal tan voraz como el ser humano.
Conforme vayamos creciendo, las decepciones formarán parte de nuestra cotidianidad, de la vida diaria. El primer –de muchísimos- fracaso con la mujer querida. Una dura penitencia que cargaremos el resto de nuestros días. La frustración de relaciones sentimentales fallidas, una y otra vez. Que sentencia más sabia escribió Philip Roth: “¡Que antinatural puede ser la relación entre dos personas!”

Antes creía que no había relación más sincera y pura que la de un amigo. Me refiero a un “verdadero” amigo. A esa persona que se convierte en el compañero de batallas, en el mejor aliado de veladas y borrachera interminables, al “salvador” de tus peores momentos de ansiedad y malestar. Pero equivocados estamos si confiamos en ellos. No dudarán a la primera oportunidad en traicionarnos, pisotearnos y escupirnos. Otra vez Cioran, “la amistad sólo resulta interesante y profunda en la juventud. Es evidente que con la edad lo que más se teme es que nuestros amigos nos sobrevivan”.

No me cabe la menor duda, la mujer es un ser superior al hombre, pero gracias a su astucia, dificil será –no imposible- la amistad pura y verdadera entre hombre y mujer. En el aire flotará cierta tensión sexual. Son relaciones volátiles que mantendrán ocultos ciertos peligros.

La amistad está en peligro de extinción. La amistad y sus obligaciones implícitas están devaluadas. La lealtad, el respeto, la honestidad, la fidelidad, la confianza… se las ha llevado el carajo.

Y luego, el insípido futuro dependerá de nuestras decisiones. Un futuro terrible en un país ahogado en la mierda y el fracaso. El futuro dependerá de una palabra angustiante: elección. Elegir una carrera -siempre errónea-, elegir un trabajo–siempre miserable y hostil-, elegir una pareja para compartir el resto de nuestros días– ¡vaya fábula, vaya martirio! Y, cuando llegué el tiempo de fijarnos como objetivo, tener una casa propia, garantizar nuestra seguridad económica, la elección de tener hijos –vaya insensatez-, estaremos completamente perdidos.

Me queda la resignación. Sabiendo que no tengo muchas opciones. Resignación como el enfermo que detecta la enfermedad y empieza el tratamiento. Resignación como el desahuciado, que sabe, tiene los días contados.

Afuera es media tarde. La lluvia se ha convertido en pequeños hilitos muy delgados. Un chispazo de sol atraviesa el comedor de mi casa. Más que chispazo, es el breve destello de un sol sin ganas. La amenaza de más lluvia es indudable. Nadie podrá con la lluvia. Ni el astro sol.
Pienso: el sol es ingrato.



10 de agosto de 2010

Pequeño sueño