5 de julio de 2010

Una día lluvioso de amor canino



El día parecía perfecto. Lluvioso. Friolento. Recibo una llamada de mi hermano:
-Chava, le tengo una perra a Ramón, está en celo, Lili, se llama.

Después de un año y medio, Ramón, un perro salchicha y amigo mío perdería la virginidad con una perra, con una de su raza. Mi joven amigo, hacía tiempo se mostraba ansioso, desesperado. Estaba cansado de montar perras grandotas y corrientes, de seducir piernas y espinillas de humanos.

Planeo la tarde. Rento unas películas. Paso por Lili. Es guapa. Tiene el mismo color de Ramón, color miel. Sus rasgos son delicados y más pequeños: ojos del mismo color de su pelaje, hocico menos alargado, sus orejas se mueven de forma coqueta. Mueve la cola traviesa. Camina con seducción. Lili, sabe qué es bella. Regreso a casa. Está anocheciendo. Intento encender la luz. No hay. Me maldigo por no haberla pagado a tiempo. En la oscuridad, Ramón y Lili se olfatean, Ramón la lame, la besa, muerde las orejas de su hembra con delicadeza y dulzura. Lili se muestra tímida. Sólo por un momento. Lili come algo, bebe un poco. Ramón chilla, chilla de alegría. La sigue a todos lados. La lame en todos lados, la besa por todos lados. Intenta montarla, no quiere esperar más. Lili se muestra fría, lo ignora. Ramón chilla, pero ahora de desesperación. Chilla y le suplica. Lili mueve la cola, se acerca a Ramón, le susurra algo. Enseguida ya se quieren. Es más: se aman. No necesitaron prometerse amor eterno. Ramón la monta. No le atina. No ve por dónde. No hay luz. Intento tomarles una foto. Me ven con odio. Me arrepiento en el momento y subo a mi cuarto. Mientras, Ramón, querrá aplicar las posiciones del kamasutra.

Temo deprimirme, sin luz, sin música, sin tv. Decido salir. Afuera llueve. Las gotas frías caen como esquirlas sobre mi cabeza, sobre mi espalda. Y, pienso en ti. Me meto al ciber más deprimente del universo. Escribo algo. Escribo esto. Regresaré a casa, cuando el amor canino haya pasado o estén aplicando la posición 57. Cuando se hayan amado en paz, sin extraños, sin humanos. Sigue lloviendo. Vuelvo a pensar en ti.


-Ya no puedo fiarme de ti -dijo Clémentine-. Una mujer ya no puede fiarse de los hombres a partir del momento en que un hombre le hace un hijo. Y menos del hombre que se lo hace.
-Boris Vian-, El Arrancacorazones.