30 de mayo de 2013

Te Amo


Por: Francisco Valenzuela 


El collarín de Luna le había quitado lo sexy. Después del accidente que la condenaba a una silla de ruedas por varios meses, sus pechos se fueron cayendo y su panza seguía en ascenso. Deprimida, dejó de maquillarse y vestirse bien. Javier la visitaba muy poco y prefería encontrarla en la red. Inventaba pretextos para evitar el encuentro personal pero una tarde no hubo remedio y llegó hasta su casa para ver películas o cualquier cosa que la entretuviera.
A Javier le causaba gracia que Luna fuera tan inútil, que todo le costara un enorme trabajo y dependiera de los demás.
—¿Quieres ver algo de Fellini? —preguntó Javier.
—No empieces con tus películas aburridas.
—Ya sé, busquemos algo porno, muy puerco.
—Eres un naco.
—Luna, no te ofendas, pero si ya no tenemos sexo al menos déjame ver culos y después déjame entrar a tu baño para masturbarme.
—¿Desde cuándo eres tan patético?
—Soy un hombre joven y necesito desahogar energías, es todo.
—Pues ve a tu casa y hazte las chaquetas que quieras, a mí no me fastidies.
—Te prometo bajarle bien al excusado, cuando tu padre entre ni lo va a notar, te lo apuesto.
—Eres un asco.
—Tú eres muy egoísta, deberías agradecerme que estoy aquí y no con alguna mujer en mi cama.
—Para ti todas las mujeres son solo una vagina, maldito enfermo.
—No, corazón, también les puedes dar por las nalgas o por la boca.
—¿Tú crees que me puedas coger así, como ando?
—Luna, yo te amo y puedo hacer cualquier cosa por ti.
—Pero todo me duele: la espalda, las piernas, el cuello.
—La boca no te duele, te la pasas en el bla bla bla.  
—¿Prometes no tocar mi nuca con tus manotas? Deja que yo haga todo, tú sólo preocúpate porque aquello se mantenga firme.
—Luna, creo que ya me entendiste. Veamos porno, yo me excito, tú me bajas el cierre y abres esa bocota.
No fue difícil dar con el material correcto. En la peli, un par de rubias se encuentran casualmente en un supermercado, cruzan sus miradas y se refugian en el baño para penetrarse con sus lenguas. Javier observaba atento, mientras que Luna solo alzaba la ceja izquierda. La historia toma un mejor rumbo cuando el empleado del súper encuentra a las rubias y éstas lo invitan a Gomorra.
Javier, experto en porno, comenzó a excitarse y sus manos tocaron las piernas de su novia, luego quiso llevar los dedos a la entrepierna pero Luna se mantenía impávida.
—No siento nada.
—Amor, la tengo muy parada, será mejor que te quites el collarín y le des un poco de placer a este animal.
—Ok, pero ya te dije, nada de juego rudo, tiene que ser despacio y con cuidado.
—Bueno, ya, venga.
—Ponte un condón.
—Luna, no mames.
—¿Qué?
—¿Para qué un condón? Nadie tiene hijos por una mamada.
—Javier, no creas que me trago el cuento de que eres fiel. Quién sabe a qué viejas te estarás cogiendo, no quiero que me contagies alguna enfermedad.
—Luna, no me estoy cogiendo a nadie, y si lo hiciera, ya sabes que me gusta protegerme cuando no eres tú.
—Eres un cínico, cabrón.
—Luna, si tan solo le dieras un buen uso a tu boca ya me la estarías chupando.
Decidida, la chica arrojó el dispositivo ortopédico, bajó los pantalones de su amado e hizo lo que tan bien le salía. Con suavidad y destreza, Javier le fue quitando la blusa y luego desprendió el brasier. Caliente como un boiler, sacó el miembro de la boca, apuntó hacia el abdomen de su mujer y con enorme maestría arrojó el esperma para escribir su frase predilecta:
TE AMO, CORAZÓN.
Aunque a Luna le gustó el detalle, se enfadó ante lo difícil que sería retirarlo. El accidente le impedía bañarse bajo la regadera y su padre no tardaría en llegar.
—No te lo quites, deja que se seque, llévalo como un tatuaje hasta la eternidad.
Luna derramó una lágrima, aquello le parecía una gran idea. Su macho, después de todo, era una buena bestia, un poeta, un romántico a la antigua.

Twitter: @FValenzuelaM